La esencia de la poesía del argentino Juan Gelman, su combustible, es el amor, "no en el sentido convencional, dulce, del término, sino en el sentido de la pasión, de la piedad, de la capacidad de conmoverse ante el otro", expresó su editor en México, el también poeta José Ángel Leyva, quien tuvo a su cargo la edición de "amaramara", que apareció después de su muerte en enero de 2014.
Leyva y el poeta argentino Jorge Boccanera compartieron una presentación de esta obra durante la Feria del Libro de Guadalajara.
En Gelman, continuó Leyva, "no hay un yo sin los otros, sin el nosotros". Así, "amaramara", que refiere a su compañera Mara Lamadrid, es también "un diálogo con sus seres queridos, con el individuo, con el ser humano".
El poeta diseñó con Leyva esta obra, que cuenta con 23 ilustraciones del pintor mexicano Arturo Rivera, en los últimos meses de su vida.
En la presentación, así como en un diálogo con la agencia estatal argentina Télam, Leyva y Boccanera –que como Gelman vivió parte de su exilio en México- entremezclaron su visión de la obra con la relación personal que mantuvieron con él.
El poeta que ganó, entre otros reconocimientos, el Premio Cervantes, fue una de las figuras homenajeadas en Guadalajara, donde Argentina fue país invitado de honor.
Los textos de "amaramara", dijo el editor mexicano, responden a "la poética gelmaniana, al gelmaneo, a la sintaxis abrupta y a la vez armoniosa que él lograba acomodar a su respiración, a su lectura en voz alta. Voz grave y dulce, de bandoneón".
"Ser amigo de Juan significaba una responsabilidad y una tarea, porque él lo elegía a uno y uno no ignoraba el significado de ese vínculo, era parte de su endemoniada congruencia y claridad de hombre complejo", agregó.
El concepto de la poesía de Gelman como "amorosa" contiene también un pulso "de rebelión, de entrega total a las causas que parecen derrotas".
Boccanera, quien mantuvo una amistad de cuarenta años con Gelman, dijo que su obra "sigue la línea de los poetas latinoamericanos y que los críticos llaman de la constelación inicial, como Pablo Neruda, Cardoza y Aragón, que lejos de fundar escuelas y seguir sismos que llegaron de Europa, pensaron la libertad creativa, pues legitimaron todas las herramientas, todas las búsquedas frente a las ortodoxias de los manifiestos".
Leyva puso en discusión que se considere a "amaramara" como libro póstumo. "Diría que es póstumo a medias, porque Juan lo dejó ya terminado, en lo que respecta a sus poemas. Lo revisó, hizo correcciones, dio instrucciones sobre su formato, eligió portada y foto de contraportada. Una imagen conmovedora porque se les ve a él y a Mara en una atmósfera otoñal, luminosa, aérea".
Boccanera recorrió los períodos que compartió con Gelman en México, país que eligió para vivir aún cuando las condiciones políticas cambiaron en la Argentina, después de los períodos represivos que padeció y lo empujaron al exilio y de las etapas en que los gobiernos que sucedieron a la dictadura cívico-militar (1976-1983) no aplicaron políticas de juzgamiento de los crímenes cometidos por el terrorismo de estado.
"Recorrimos juntos muchos estados de este país tan hospitalario con los exiliados de la dictadura; lo recuerdo recorriendo puestos callejeros en Oaxaca para probar un buen plato de mole negro, o caminando por mercados populares en Ciudad Juárez, buscando una máscara de luchador para su nieto Iván; si bien hay un Gelman bien porteño, hay un Gelman abierto a lo latinoamericano".
La vida de Gelman en México, en el último cuarto de siglo de su vida, se corresponde con una etapa extraordinaria de escritura, expresó Boccanera. "Aquí escribió títulos como 'Valer la pena', 'Mundar', 'País que fue será', 'El emperrado corazón amora' y 'Hoy', que condensan el cruce de coordenadas que sustenta el armado de su obra alrededor del hombre y su peripecia: el exilio, la perplejidad de existir, la pasión amorosa, la lucha por la dignidad, el vacío, el juego, la memoria".
Y es además, prosiguió Boccanera, un poeta muy leído. "Dando talleres en varios países latinoamericanos y leyendo a numerosos autores jóvenes, pude corroborarlo; y eso siendo un poeta a veces hermético y con la marca del 'chamuyo' porteño con locuciones populares, sobreentendidos, guiños. Será porque lejos de ser eso que llaman 'un poeta de culto', lo que me hace bastante gracia, ha abierto puertas con su libertad creativa a partir de registros que van de la oralidad al tono místico, de lo conceptual a la imagen restallante".