Fuente: https://www.abc.es/opinion/carlos-granes-kafka-lima-20240816164852-nt.html
Si lo que se oye en la poesía de Vallejo es el peso del mundo descoyuntándole los huesos, en la de Belli se oye el peso de la frustración y la derrota.
A copiar estérilmente las leyes discutidas en el senado peruano dedicó dos décadas el poeta Carlos Germán Belli. Su oficio de amanuense lo obligó a deambular por los grises despachos de la opresiva Lima de los cincuenta y sesenta, entre pilas eternas de cartapacios, «descuajeringándome, ya hipando hasta las cachas de cansado ya», echando bofes, pensando en la suerte de sus dos hijas, en el esfuerzo inútil de la clase media peruana. Tal vez tenía el oficio menos poético del mundo, pero desde allí, malviviendo con un sueldito furtivo, logró darle un sentido lírico a la tragedia peruana, en general latinoamericana. Comprobó la distancia sideral que se abre entre las leyes de papel y las vidas de carne y hueso, y usó las palabras, algunas muy arcaicas, algunas muy modernas, para condenar las injusticias metafísicas –la invalidez de su hermano– y la impotencia humana para enmendar su destino.
.
Si lo que se oye en la poesía de César Vallejo es el peso del mundo descoyuntándole los huesos, en la de Belli se oye la carga del oficio burocrático, el peso de la frustración y la derrota, destrozándole el alma. «En cada linaje, el deterioro ejerce su dominio», escribía el pesimista Belli. Y en otro de sus poemas, «¡Oh padres, sabedlo bien!», les hacía una aciaga revelación a sus progenitores: «Pasado el tiempo, algunos de vuestros hijos volveríanse en inermes insectos, aún a pesar de vuestros mil esfuerzos». Como miembro de la generación del 50, marginal por temperamento más que por juvenil capricho, Belli se rebeló contra la sociedad peruana en la que se forjó como poeta. Detestó las injusticias de su medio, la vida burguesa, la irrelevancia de la cultura. No encajaba: «Pregunto por qué no fui despeñado, desde el más alto risco, por tartamudo o cojo o manco o bizco». También, y esto fue otro rasgo generacional, tuvo fantasías modernizadoras de progreso y liberación.
.
Su poemario más importante, escrito en 1962, se llamó precisamente '¡Oh Hada Cibernética!'. Y en él, combinando la modernolatría del siglo XX con el barroquismo del Siglo de Oro, anheló prematuramente la llegada al Perú de la técnica emancipadora, una suerte de Inteligencia Artificial que librara al ser humano de las penalidades del oficio. «¡Oh Hada Cibernética! –invocaba Belli– ya líbranos con tu eléctrico seso y casto antídoto, de los oficios hórridos humanos, que son como tizones infernales, encendidos de tiempo inmemorial por el crudo secuaz de las hogueras». Antes que la milagrosa Hada, llegaron la jubilación y el reconocimiento literario. Y a pesar de todas sus dudas existenciales, de haber anhelado tener como mayores al olmo o al ciervo, o de haber escrito un poema en la que un feto frunce el ceño al intuir el mundo que le espera, Belli llegó casi a los 97 años. Murió el pasado 10 de agosto siendo el más importante discípulo de Vallejo y un eterno candidato al Cervantes. Sus palabras, llenas de rabia y humor, hicieron más amable este «bofedal» que tanto aborreció.
.
Por Carlos Granés