Javier Velaza es un intelectual, un poeta, un escritor, catedrático de Filología Latina, especialista en epigrafía romana, lenguas paleohispánicas, literatura clásica, transmisión de textos...
Y ha escrito un poemario que es un banquete para los sentidos, Las ignorancias, distinguido con el XXXVII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe. Aquí, la entrevista a un explorador del alma
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La poesía es medicina. Y desde que Enheduanna, considerada la poeta más antigua de la Historia, escribiera sus primeros versos hace más de cuatro mil años, el arte de la rima ha tenido grandes curanderos del alma: Homero, Ovidio, Juan Arcipreste de Hita Ruiz, Dante Alighieri, Shakespeare, Santa Teresa, Benedetti, Paul Verlaine, Alberti, Lope de Vega, Bécquer, Lorca, Walt Whitman… La lista es interminable y a ella se suman cada año nuevos talentos que sanan nuestros desvelos e inquietudes. Para que este acto íntimo de creación sea comunión, las editoriales, las fundaciones y los premios juegan en la actualidad un papel fundamental como mecenas y ‘prescriptores médicos’.
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La última novedad que llega por esta vía a mis manos la firma Javier Velaza, (Castejón, Navarra, 1963), poeta, escritor, catedrático de Filología Latina, decano de la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona, especialista en epigrafía romana, lenguas paleohispánicas, literatura clásica y transmisión de textos, entre otras muchas cosas, que ha ganado el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, en su XXXVII edición, con el poemario Las ignorancias (Visor de Poesía).
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Velaza lleva más de media vida entregado a la investigación, a la docencia y a la creación, con la que abre las puertas del pasado para explicar lo que ahora somos. Sus versos son un banquete para los sentidos, son de esos que rascan el alma, tan profundos e intelectuales, como modernos, humildes, costumbristas, existenciales y humanistas a ratos. Leamos a continuación sus palabras sabias que nos ha concedido en una entrevista que rebosa erudición.
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"Intento que mi poesía no sea solo la de un ‘yo’, sino también la de un ‘nosotros"
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Las ignorancias es un poemario existencial y humanista sobre el “no saber sabiendo” de San Juan de la Cruz, al que cita en las primeras páginas. ¿Cuál es el denominador común de estos versos y en qué momento vital los escribe?
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En efecto, creo que Las ignorancias es, como en general lo es toda mi poesía, existencial y humanista –o también podríamos decir existencial, pero humanista, porque el existencialismo no conduce siempre o necesariamente a un humanismo–. El poemario explora en el carácter conscientemente ignorante del ser humano –somos el único animal que sabe que no sabe y que probablemente no podrá saber– e intenta construir a partir de ahí un compromiso ético y estético.
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El libro está divido en tres partes: Nada existe, Si algo existiera sería incognoscible y Si algo existiera y fuera cognoscible, sería incomunicable. ¿Qué quiere decir con ello?, ¿que la sabiduría es inabarcable?, ¿que la humildad es su punto de partida?, ¿que es imposible compartir lo que uno siente y piensa? o ¿que el conocimiento es inabarcable?
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Las tres partes del libro se corresponden con las tres tesis de Gorgias de Leontinos, un sofista griego que vivió a caballo de los siglos V y IV aC. Las leí por primera vez cuando era un joven estudiante y me dejaron una profunda impresión que, a decir verdad, nunca me ha abandonado. En realidad son tres afirmaciones modernísimas: la primera está en sintonía con una parte de la física y la biología contemporáneas, que afirman que eso que nosotros entendemos por realidad o por existencia no es sino el producto de las posibilidades de percepción a las que están restringidos nuestros sentidos y nuestro cerebro; la segunda pone en crisis nuestra capacidad de conocimiento, como hace ahora una parte de las neurociencias; y la tercera se centra en las limitaciones del lenguaje como instrumento de comprensión y comunicación de esa realidad, así que entra de lleno en la problemática fundamental de la ciencia del lenguaje. Pero, más allá de esa modernidad, siempre me pareció iluminador que Gorgias no se quedase varado en la negatividad de sus tres tesis, sino que, a pesar de ello, dedicase su vida a la enseñanza. Y esa es una apuesta vital generosa y hermosísima que comparto plenamente.
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"El ser humano ha progresado mucho, pero ha mejorado poco. Sigue sin superar sus principales males: el egoísmo, la ambición, la crueldad"
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Nada, La especie elegida, En la piscina, Débil, Acúfenos, Solo, Lenguas antiguas, Gato, Aproximadamente… ¿qué poema de Las ignorancias le retrata mejor y por qué?
No sé si los poemas pueden ni deben retratar al poeta, aunque probablemente es verdad que en Las ignorancias he empleado más material autobiográfico que en otros libros. Ahí aparecen mis facetas de investigador y de profesor, y desde luego una serie de experiencias personales y vitales transformadas en sustancia poética. Pero intento que mi poesía no sea solo la de un ‘yo’, sino también la de un ‘nosotros’.
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¿Qué clase de hombre es usted para rascar el alma de los desconocidos con sus versos, partiendo, creo, de un punto de vista tan descreído y, a la vez, conocedor de tanta inquietud?
Creo que la poesía, como en general cualquier tipo de creación artística, es eminentemente un acto de comunicación. El poeta va a un lugar que no existe y trae de allí algo que intenta ofrecer a los demás, compartirlo con todos. Ese acto comunicativo puede ser de muy diversos tipos y depende de múltiples factores, pero, en mi caso, existe una voluntad decidida de que el mensaje resulte accesible para un lector relativamente amplio, hay una aspiración a que la comunicación se convierta en comunión.
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"No sé si la educación tendrá el poder suficiente, no sé si la cultura nos salvará y no sé si el ser humano merece la pena, pero son las tres cosas por las que hago cada día el esfuerzo de apostar"
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¿Puedo preguntarle en qué cree usted?
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Si por ‘creer’ entendemos lo que indican habitualmente los diccionarios, esto es, ‘tener algo por cierto’, o ‘tener confianza en algo’, le diría que no creo en nada. Pero, sin embargo, mi vida es una apuesta absolutamente decidida, casi desesperada, por tres cosas: por la educación, por la cultura y por el ser humano. No sé si la educación tendrá el poder suficiente, no sé si la cultura nos salvará y no sé si el ser humano merece la pena, pero son las tres cosas por las que hago cada día el esfuerzo de apostar.
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Como intelectual, poeta, escritor, catedrático de Filología Latina, especialista en epigrafía romana, lenguas paleohispánicas, literatura clásica, transmisión de textos… ¿qué cree ha ganado el ser humano con el paso de los siglos y qué ha perdido?
El ser humano ha progresado mucho, pero ha mejorado poco. Desde que lo conocemos algo mejor –que es desde el momento en que es capaz de escribir y dejar constancia de sus emociones y sus inquietudes– hasta aquí, sigue sin superar sus principales males, el egoísmo, la ambición, la crueldad. Son los males que encontramos en los primeros poemas babilónicos e, inmutables, en las noticias de hoy. Desde luego, hay épocas y lugares en los que se constata una cierta mejoría, pero un balance global no puede ser positivo, a mi juicio.
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"Me gustaría conversar con Virgilio: logró ser un grandísimo poeta a pesar de escribir sobre cosas en las que no creía"
Como conocedor de la Antigüedad, ¿a qué época le gustaría viajar?, ¿con quién le gustaría sentarse a conversar?
Si me permite una pequeña broma, como conocedor del pasado solo me gustaría viajar al futuro. No tengo idealizado el mundo antiguo de ninguna manera: incluso sus episodios aparentemente más brillantes, como la Atenas del siglo V aC, o más felices, como la Roma de Marco Aurelio, están plagados de violencia o de injusticia. Si fuera posible, eso sí, me gustaría conocer personalmente a algunos de esos escritores con los que converso diariamente a través de sus textos: a Safo, a Arquíloco, a Herodoto, a Eurípides, y, desde luego, a Cicerón, a Catulo, a Horacio y Ovidio. Pero si solo me permitiera quedarme con uno, escogería a Virgilio: logró ser un grandísimo poeta a pesar de escribir sobre cosas en las que no creía. ¡O justamente por eso!
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El lenguaje es nuestra principal herramienta de comunicación, ¿hacia dónde cree que evoluciona?, ¿estamos cuidando el lenguaje con el debido respeto y amor?
El lenguaje no es solo nuestra herramienta de comunicación, es también nuestra única forma de conocer y de construir el mundo. Cuanto más potente, versátil y eficaz sea esa herramienta, más rico será nuestro universo, sea el individual o el colectivo. Por desgracia, estamos viviendo un momento de empobrecimiento lingüístico muy preocupante. La historia de las lenguas nos enseña que esos momentos son reversibles, pero la sociedad –y con ello señalo a las instituciones, pero también a cada uno de los ciudadanos– debería reaccionar cuanto antes.
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¿Cuál es su palabra favorita del diccionario?
Para un filólogo todas las palabras son hermosas. Algunas, por su propio sonido o por su música; otras, por su etimología o por su evolución. El léxico de una lengua es como un yacimiento arqueológico con todos los estratos de su historia. En español, por ejemplo, tenemos palabras prerromanas, latinas, germánicas, árabes, judías, francesas, catalanas, vascas, italianas, romaníes, y de muchos otros orígenes. Las lenguas son acogedoras, integradoras, muchas veces son mejores que nosotros mismos.
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"Intentar recuperar, como en el reciente hallazgo la ‘mano de Irulegi’, un mensaje escrito por alguien hace dos mil años en una lengua olvidada es un acto piadoso y al mismo tiempo muy emocionante"
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¿Y cuál es el texto y el mensaje que a lo largo de su carrera como investigador le ha sorprendido más?
Como investigador he tenido la fortuna de estudiar muchos textos recién hallados: uno de los últimos, la ‘mano de Irulegi’, es una inscripción vascónica, una de las pocas que se conocen y la más extensa. No sabemos qué dice, pero intentar recuperar un mensaje escrito por alguien hace dos mil años en una lengua olvidada es un acto piadoso y al mismo tiempo muy emocionante.
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Recomiéndenos dos libros: uno clásico y una novedad.
Es muy complicado, porque cada libro tiene su lector y cada lector su libro. Probablemente muchos no lectores lo son por culpa de un mal consejo. Pero, aceptando el reto, le diría que entre los clásicos me quedo con la Eneida de Virgilio: Borges lo llamó ‘el clásico entre los clásicos’ y, en efecto, yo la considero la obra vertebral de la cultura occidental. Su mensaje político y ético es tan universal que se puede aplicar perfectamente a los conflictos actuales. Y aunque ya no es novedad, entre los libros de los últimos años señalaría El infinito en un junco de Irene Vallejo. Es un canto a los libros y a la cultura que debería leerse obligatoriamente en los institutos.
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¿Qué poetas han marcado su vocación?
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Mis influencias más tempranas –antes de poder leer en latín, en griego y otras lenguas– fueron necesariamente los poetas españoles de los siglos de Oro, junto con Machado, Juan Ramón y los poetas del 27. Luego, claro, los clásicos antiguos –los líricos griegos arcaicos, los poetas helenísticos, Catulo, los elegíacos, Horacio, Virgilio, Ovidio y Marcial–; con el tiempo, también Eliot, Auden y, en fin, los poetas españoles contemporáneos. Como lector de poesía tengo un gusto muy amplio, muy inclusivo. Creo que cada buen poeta es capaz de iluminar un fragmento diferente de la realidad poética, un lugar que sería inaccesible sin él.
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"Soy amante de la música y también hago deporte: los antiguos ya supieron bien que la actividad física es indispensable para el equilibrio somático. Aquello de mens sana in corpore sano..."
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Cuando no escribe o trabaja, ¿qué le gusta hacer?
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Soy amante de la música. De no haber sido filólogo y poeta, es decir, de no haber tenido la lengua como instrumento, me hubiera gustado ser músico. En mi poesía la música tiene un protagonismo notable. Y también hago deporte, individual y de equipo: los antiguos ya supieron bien que la actividad física es indispensable para el equilibrio somático. Aquello de mens sana in corpore sano…
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Con Las ignorancias ha ganado el XXXVII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, ¿qué significa para usted esta distinción, aunque no sea el primer premio que recibe?, ¿qué importancia le da usted a los premios?
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El Loewe es un premio extraordinariamente importante por muchas razones: en primer lugar, por su larga y brillante trayectoria, con un elenco de ganadores en el que figuran algunos de los poetas más importantes en español del último medio siglo; por otro lado, por el prestigio de su jurado, integrado por filólogos y poetas de primerísimo nivel; y también porque quien se encarga de la publicación de los libros es la editorial Visor, cuyo catálogo de poesía es excelente.
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Para finalizar, me gustaría que compartiera los proyectos literarios y de investigación a los que ahora está dedicado.
En el terreno poético estoy preparando una edición revisada de mi poesía reunida y un ensayo que se titulará Teoría de la comunicación poética. En el ámbito de la investigación sigo trabajando sobre los textos antiguos, algunos de ellos escritos en lenguas todavía indescifradas, como el ibérico. Son también ejemplos, hermosos y apasionantes, de nuestras ignorancias.
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Como bien dice el entrevistado, el Premio Loewe de Poesía "es un premio extraordinariamente importante por su larga y brillante trayectoria". Desde hoy, él mismo forma parte de esta lista de oro donde brillan Juan Luis Panero, Óscar Hahn, Cristina Peri Rossi, Luis García Montero, Jaime Siles... Comparto dos poemas de Javier Velaza que me rascan el alma con sus destellos:
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La especie elegida
A las demás especies se les dio
la ciencia de no saber: al ave,
un cielo sin enigmas; a los félidos,
la simpleza de la ferocidad;
el olvido salvífico, al pez; a todas,
una fe ciega en perpetuarse.
A la especie elegida, sin embargo,
se le otorgó otra ciencia aún más noble,
la de saber tan solo una cosa:
que no sabe, que no sabrá, que no
es posible saber. Esa es la única
razón de que inventase la poesía.
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Gato
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Araña con sus uñas en la puerta,
raca-raca, lo oigo todo el tiempo
y adivino sus ojos centelleantes
de avidez, raca-raca, raca-raca.
Pide que le abra, quiere comprobar
si estoy muerto o estoy vivo, yo, que estoy
vivo y muerto aún al mismo tiempo.
Es una fiera cruel y homicida.
No por casualidad le puse el nombre
de Schrödinger a ese gato que araña,
raca-raca, esta puerta, raca-raca,
que no podría abrir aunque quisiera.
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Ciencia, cultura, introspección, antropología y naturaleza, reflexión y humanidad, humildad, ética, moral, cercanía, universalidad. Gracias, Sr. Velaza, por pensar por todos.
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Por Ana Trasobares