Cuenten siete días desde nuestro último encuentro en estas páginas, donde les vine a contar que estaba todo preparado para que la banda de su pueblo la gestionara una banda que no es de su pueblo, qué distopía. Si lee estas líneas antes de las 8,00 de la mañana, quizá note que aún no gozan de todo el sentido que el autor quiso imprimir.
Si, por el contrario, no es de tanto madrugar y se moja estas letras en el café más allá de esa hora, el círculo que pretendo cuadrar será más redondo todavía. Y es que a las 8,00 se habrá reunido la mesa de contratación del Ayuntamiento de Cuenca en la que estaba previsto que una empresa de Alcoy cumplimentara la documentación que faltaba para hacerse con la gestión de la banda municipal de nuestra ciudad. Calculo, entonces, que a las 8,01 se habrá abierto un sobre que, estando vacío, viene a certificar que el proceso de licitación decae, y que a siete semanas de Semana Santa, no sabemos quién se hará cargo de entonar el San Juan del maestro Cabañas a los dos San Juanes que habrán de procesionar.
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Desde que la última página que les ofrecí salió de la imprenta hasta esta que aún huele a tinta han pasado cosas, que en una línea cronológica se explican con su particular 'Big bang', cuando la empresa que postulaba a quedarse con el contrato municipal por cuatro años (de un millón de euros, oiga) hacía público que, «por ética y corazón», desistiría de la licitación. Decían, entonces, que no querían cargar en su espalda parte de la responsabilidad de ponerle el punto final a una agrupación musical que llevaba 30 años de servicio. Desde ahí y en adelante, dimisiones y gestoras mediante, la asociación patria que siempre ha llevado la batuta y que hace unas semanas empezaba a desafinar, ve ahora con cierta esperanza y en el tiempo de descuento ganar un pulso municipal en el que partía en desventaja.
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Por la cuenta de la vieja, el contrato en juego obliga al adjudicatario a interpretar 37 actuaciones anuales a cargo de una banda que ha de contar, como mínimo, con 55 músicos. Fíese de mi torpeza con los números y no me tenga en cuenta la falta de decimales si le digo que sale a 6.750 euros el bolo. Restan, todavía, dos capítulos de esta disparatada historia. El primero de ellos es saber a quién le tocará ir afinando las trompetas. El segundo, saber si finalmente el paso a un lado de la empresa alicantina le repercute alguna sanción. Y aunque en los Arcos están perfilando el decreto de sanción, a falta de echar las cuentas, en Alcoy dan por hecho que el no tener nada firmado les exime de cualquier multa.
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Claro que cabe poesía en un sobre vacío, por caber, cabe hasta ética, cabe hasta corazón. Pero en toda relación epistolar, el remitente sabe que puede ser respondido. Y en un sobre de vuelta cabe también torpeza, cabe desidia y cabe, claro que cabe, un poquito de rencor.