Fuente: https://letralia.com/entrevistas/2025/02/02/luz-mary-giraldo/
En cada uno de los libros escritos por la poeta colombiana Luz Mary Giraldo (Ibagué, 1950) están presentes los temas que desde siempre han inquietado al ser humano: la memoria y el olvido, el amor y la muerte, la soledad y la brevedad de la vida, pero los aborda buscando la manera de encontrar siempre la palabra precisa, el punto de vista agudo y necesario, y también la musicalidad conmovedora y desafiante.
Esa manera de abordar la poesía recuerda lo dicho por el poeta Joseph Brodsky en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, en 1987: “Quien escribe un poema lo escribe sobre todo porque la escritura de versos es un extraordinario acelerador de la conciencia, del pensamiento, de la comprensión del universo (…). Un poema nos invita a una conversación íntima y entabla con cada uno de nosotros una relación directa, sin intermediarios”. Es una conversación directa con el poeta y con nosotros mismos como lectores, retroalimentando sensibilidades, sentimientos y puntos de vista..
Palabras de Luz Mary Giraldo al recibir la distinción como Huésped Distinguida de Salamanca, el 13 de octubre de 2022.
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Poetas y críticos han comentado y estudiado su poética, por la que ha obtenido premios y reconocimientos dentro y fuera de su tierra natal. Por ejemplo, la poeta colombiana Lucía Estrada ha escrito: “En lo poético, Luz Mary Giraldo sabe eludir las viejas trampas, las fórmulas que lo desdicen más que invocarlo (…). Es decir, en su trabajo encontramos una arqueología personal que somatiza la poesía tocando todo aquello que es inescrutable: desde las trampas del amor y la ausencia, la reflexión sobre la palabra misma y su destino. Es una puerta que se abre para mostrarnos el lenguaje como un cielo recobrado”.
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También la poeta, nacida en Colombia, Luz Helena Cordero Villamizar, señala: “Con su voz de ‘escalofrío y agonía’, aunque potente, con su modo de poner en cuestión, lejos de lo lastimero, crea imágenes que traspasan el cascarón de la tibieza”. El poeta ecuatoriano Raúl Vallejo expresó sobre su poesía: “Siempre presente en los textos de Luz Mary, la música atraviesa su poesía como un elemento que no es decorativo, sino parte sustancial de su mundo poético”. Y Rafael Grillo, poeta cubano, escribe en su página web Isliada: “Su poesía, ensayos y críticas literarias reflejan una sensibilidad excepcional, una comprensión profunda de la literatura y un compromiso con la exploración crítica de la experiencia humana. Su legado literario es una contribución valiosa y duradera a la cultura colombiana y a la literatura en general”.
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Luz Mary Giraldo es poeta, ensayista, antologista y profesora universitaria. Ha publicado antologías de literatura para niños, antologías de cuento de autores colombianos y de poetas hispanoamericanas y españolas, diversas valoraciones sobre múltiples narradores colombianos y varios libros de ensayo sobre literatura colombiana.
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Ha recibido el Gran Premio Internacional de Poesía Academia Oriente-Occidente (Rumania, 2013); mención honorífica en el Festival Noche de Poesía en Curtea de Arges (Rumania, 2016); el Premio Internacional Lasa-Monserrat Ordóñez (2012) por las antologías Ellas cuentan: de la Colonia a nuestros días (1998) y Cuentan: narradoras contemporáneas (2010, 2013); el Premio Nacional Casa de Poesía Silva “La poesía como una casa” (2011); mención de honor en el Premio Internacional de Ensayo Convenio Andrés Bello (2000) por su libro Ciudades escritas, que fue beca nacional de Literatura del Ministerio de Cultura (1999), y mención honorífica en investigación por el Instituto Distrital de Cultura (2004). Ha sido jurado del Premio Juan Rulfo de Literatura Hispanoamericana y del Caribe (hoy Premio FIL de Literatura; Guadalajara, México) y del Premio Víctor Valera Mora de Poesía (Caracas, Venezuela), entre otros.
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Es autora de los poemarios El tiempo se volvió poema (Ibagué, 1974), Camino de los sueños (Ibagué, 1981), Con la vida (1997), Hoja por hoja (Bogotá, 2003), Postal de viaje (Bogotá, 2004), Sonidos en la luz (Medellín, 2010), Llévame como un verso: poemas del exilio (Bogotá, 2011), De artes y oficios (Bogotá, 2015) y Caza de sombras (Montevideo, 2019), y de las antologías Diario vivir (2012), Canto de pájaros (Rumania, Academia Oriente-Occidente, 2015; edición trilingüe en español, inglés y rumano), e Il volto nascosto dell’amore (Roma, 2017; español e italiano, edición de Alessio Brandolini y Martha L. Canfield).
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¿Qué es lo que recuerda de la casa de su infancia?
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Mi memoria conserva varias casas que me llevan a la infancia. Por una parte, la enorme casa de los abuelos, en un pueblo cafetero llamado Fresno, donde pasábamos entrañables vacaciones con primos de todas las edades. Recuerdo su arquitectura de la colonización española con amplias escaleras y corredores con barandales coloridos, macetas llenas de flores y balcones que daban a la calle principal, a los que en la infancia y la primera juventud nos asomábamos varias veces al día a ver pasar la vida. La abuela tenía jaulas con pájaros a los que les hablaba y silbaba, y a sus nietos nos contaba cuentos, como si fueran sus propias experiencias. Con el paso del tiempo vine a saber que salían de Las mil y una noches o los cuentos de Andersen y de los hermanos Grimm. Esa casa aún existe, habitada por una tía que conserva hasta los muebles de la época y, aunque ha cambiado un poco, la he vuelto ver, no sin nostalgia..
Vivimos en otras casas, y de ellas recuerdo jardines florecidos que mi madre cuidaba, una biblioteca para todos y un piano.
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La casa de mi núcleo familiar, la de mis padres y hermanos, también era grande con alcobas que rodeaban el patio central y un jardín interior con algunos árboles, entre ellos aguacates, guayabos y mangos. De esa casa vienen unos versos de Caligrafía de la sombra, mi libro más reciente: “Mi casa era la infancia / y para sonreír me subo a un árbol de guayabas / elevo cometas con mi hermano / juego bolitas de cristal que brillan en mis ojos / o recojo aguacates en el patio (…). Era la infancia, digo / y aprendo a deletrear / a subir y bajar las escaleras / a darle vueltas al insomnio”. Era en Ibagué, una ciudad intermedia de clima templado, reconocida como la “ciudad musical de Colombia”. Jugábamos en las calles y en los parques al llegar del colegio con los niños vecinos, pues la vida transcurría entre las horas escolares, los juegos en casa con los hermanos o la socialización callejera. Vivimos en otras casas, y de ellas recuerdo jardines florecidos que mi madre cuidaba, una biblioteca para todos y un piano. Mi padre era el organista de la Catedral y, gracias a su gusto por la música clásica y al espíritu de la ciudad, inscribió a sus hijos en el Conservatorio de Música del Tolima a aprender algún instrumento. De los cuatro hermanos sólo dos estudiamos teoría, piano y canto, que lastimosamente dejamos a un lado al terminar bachillerato y viajar a estudiar en la universidad de Bogotá. Mi casa se extendió a algunas calles y parques que formaron parte de mi territorio personal, y a determinados lugares emblemáticos, como ese conservatorio, donde pasé muchos años y llega de una u otra manera a mi poesía en imágenes de las golondrinas que salían y entraban a la sala de conciertos, y que sentía como notas musicales en el pentagrama: corcheas, fusas… A esto agrego unos árboles muy vistosos e inspiradores de pinturas y bambucos: los cámbulos, los gualandayes y los ocobos, que florecen en determinada época de año: los cámbulos con flores de color anaranjado, color lila las flores de los gualandayes y rosadas las de los ocobos. Cuando florecen en Ibagué, se habla de “una sinfonía de colores”.
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Pero no todo fue alegría. Yo crecí y he vivido en un país en guerra. La violencia también marcó mi infancia con las beligerancias de los partidos políticos tradicionales, que desangraron al país desde mitad del siglo XX hasta comienzos de los sesenta. Después cambiaron los actores y la violencia se extendió a las ciudades con variantes ciegas que no se han terminado y confluyen en lo que hoy se conoce como conflicto armado, que incluye la de guerrilleros, paramilitares, narcotráfico, delincuencia común y agentes del Estado. La de medio siglo se gestó en la ciudad y se desató en el campo, repercutiendo en pueblos y ciudades y afectando la vida cotidiana. Las noticias hablaban de muertos, de asaltos, de enfrentamientos, de situaciones peligrosas. Precisamente para ir de visita donde los abuelos había que viajar por carreteras donde se podía ser asaltado por los bandoleros. Eso generó miedos y marcó mi infancia, así como las siguientes han ido marcando también las de mis hijos y las de mis nietos. Así que mi casa, mis casas en mis ciudades y mi patria, llegan siempre a mi memoria y se quedan en mi poesía con lo grato y lo luminoso, pero también con los miedos, las ausencias y las muertes.
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¿Quiénes eran sus padres? ¿Qué aprendió de cada uno?
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Mis padres eran de Fresno, se casaron jóvenes, él de veinticuatro años y ella de dieciséis. Tuvieron cuatro hijos, dos hombres, dos mujeres. Ella era una mujer alegre y festiva, papá era más serio, reflexivo y pragmático. Había sido seminarista y tenía una muy destacada formación humanística, conocía a los clásicos, le gustaba la poesía, sabía griego, latín, francés y algo de inglés, escribía pequeñas reflexiones poéticas, era además un músico de oído absoluto que tocaba piano y órgano y, con unos amigos intérpretes de distintos instrumentos, formó un pequeño grupo musical para amenizar con música clásica diversas celebraciones. A pesar de su pasión musical, fue gracias a su profesión como contador público que sacó adelante a su familia. Era un religioso de pensamiento liberal, convencido de la función de la mujer en la sociedad, así que no sólo puso a mi mamá a terminar sus estudios, sino que también inculcó en sus hijos la importancia de una formación profesional para defendernos en la vida, y a las mujeres para ser independientes. Mi madre fue durante mucho tiempo ama de casa y luego comerciante con un gusto exquisito por lo bello, la moda y la decoración, lo que aprovechó en un almacén de ropa y objetos decorativos que animaron sus últimos años. A él le debo, además de mi disciplina, mi inclinación humanística y musical, y a ella, sin duda alguna, el placer por la belleza, que inicialmente aprendía no sólo con la moda y determinadas obras de arte, sino con las letras de algunas canciones de mi formación sentimental (y de la de ella, supongo), en las que me hacía notar de manera inocente giros y figuras literarias, que más tarde reconocí en los lenguajes e imaginarios de la poesía modernista. Curiosamente, ambos querían que yo fuera escritora o pianista.
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Yo escribía poemas en el colegio, como a los doce o trece años, con una compañera de colegio.
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¿Conserva alguno de los libros que leyó cuando era niña?
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He conservado una cartilla cuyo título siempre me ha parecido hermoso: La alegría de leer, que he modificado para decir “la alegría de escribir”. También Las mil y una noches. Ahí están los primeros cuentos que me empezó a regalar mi papá desde que aprendía a leer y a garabatear.
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¿Quién leyó sus primeros poemas? ¿La alentaron a seguir?
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Yo escribía poemas en el colegio, como a los doce o trece años, con una compañera de colegio. Respectivamente nos elogiábamos. Recuerdo que eran rimas sobre el paso del tiempo. Más adelante, mi papá leyó nuevos textos, unas prosas poéticas, recuerdo que el tema era un ir caminando bajo la lluvia, y logró que me las publicaran en un periódico local. Ese fue el colmo del estímulo y una enorme exigencia para mí. Mamá aplaudió entusiasmada. Todavía veo sus sonrisas de satisfacción. Sentí que no podía quedarles mal.
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¿Cómo fue el proceso de publicar su primer libro? ¿Reunió los poemas que tenía escritos o escribió especialmente para ese libro? ¿Fue difícil encontrar la editorial?
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Tuve la fortuna de ser discípula de un par de profesores en la Universidad Javeriana, cuando estudiaba Filosofía y Letras, cuyas enseñanzas y su estímulo a mi creación fueron definitivos: Giovanni Quessep y Martha Canfield. Giovanni es un gran poeta, muy discreto, publicado en grandes editoriales, entre ellas Fondo de Cultura Económica en México, Galaxia Gutenberg en España y Fili d’Aquilone en Italia, formador de una enorme cantidad de poetas y amantes de la poesía, que bien merece ganarse el Cervantes o el Reina Sofía. Martha, uruguaya nacionalizada en Italia, poeta, ensayista, traductora y profesora universitaria, ganadora de varios premios y también formadora de notables escritores e intelectuales.
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Ya haciendo mi especialización en Literatura, Giovanni se enteró de mis escritos dispersos en cuadernos y papeles y me pidió verlos. Le entregué con mucha inseguridad mis escritos y empezó a seleccionar: este sí, este no, este necesita trabajo, en fin, hasta que quedó un pequeño corpus que me sugirió publicar con el título El tiempo se volvió poema. Es un libro que quiero mucho: fresco, reposado, existencial como puede ser uno a los veinte años. Mi papá buscó su publicación en una tipografía de Ibagué. Tuvo muy buena recepción y varias reseñas estimulantes. Martha Canfield hizo muy buenos comentarios sobre la construcción poética, y los poetas colombianos Jaime García Maffla y Augusto Pinilla escribieron artículos muy elogiosos sobre la temática del tiempo y el sentido de la sugerencia.
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¿Podría señalar un poema o un poemario con el que esté realmente satisfecha?
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La verdad, tengo unos libros publicados que me hoy me convencen: Con la vida, Casa de sombras y mi más reciente Caligrafía de la sombra.
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Generalmente borro, tacho, destruyo, lo que no logro comunicar.
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¿Escribe sobre algún tema recurrente o se basa en lo que siente día a día?
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Ha sido recurrente el tema del tiempo desde lo existencial y el pasar de la vida, y la meditación sobre la memoria. Revisando mis libros para una antología que preparo, noto que las guerras propias y ajenas ocupan su lugar.
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¿Reescribe sobre una idea primigenia o bota lo que no le gusta y vuelve a empezar de cero?
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Generalmente borro, tacho, destruyo, lo que no logro comunicar.
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¿Ha reescrito algún poema que haya guardado en su adolescencia?
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He intentado reescribirlos y no se ajustan ya a mi manera de sentir o de decir.
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¿Qué libro le regalaría a alguien que quiera conocer Ibagué o Bogotá?
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He preparado varias antologías de cuento y poesía de autores y autoras del país y del exterior. Si quiero que se conozca parte de mi territorio y sus experiencias, creo que las antologías son muy ilustrativas: no sólo hay nombres de autores, sino temáticas, estilos, visiones de mundo y de época. Eso regalaría y he regalado. Creo que, a través de la experiencia creativa, en este caso narrativa o poética, puede darse a conocer un territorio y lo que ello implica.
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¿Qué libro suyo le recomendaría a un lector de poesía?
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Como creo que las antologías pueden dar una idea general de un autor, de una época, una cultura o un país, en mi caso hay algunas que si bien no alcanzan a incluir poemas de mis libros más recientes, recogen gran arte de mi obra. Alfabeto de otros días (2022) tiene comentarios de diversos autores sobre mis diferentes libros y fue publicado como homenaje por revista Ulrika y el Instituto Caro y Cuervo; Como un centinela (Seshad, 2022) puede leerse de manera virtual; en español e italiano, Martha Canfield y Alessio Brandolini prepararon y tradujeron poemas de cuatro libros y algunos inéditos: Il volto nascosto dell’amore (Roma, 2017) y en español, rumano e inglés, publicada con motivo del Gran Premio Internacional de Poesía Noches de Cuertea de Arges: Vremea păsărilor / La hora de los pájaros (Rumania, 2015). Si alguien quiere saber, recomiendo mi libro más reciente, ya mencionado.
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¿Tiene algún libro al cual recurre invariablemente a lo largo de su vida?
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Tengo autores a los que regreso y acompañan mi escritura: César Vallejo, Juan Gelman, Blanca Varela, Eugenio Montejo, Gonzalo Rojas, Idea Vilariño, Daisy Zamora, Diana Bellessi, entre latinoamericanos. De otros países: Giuseppe Ungaretti, Adam Zagajewski, Michael Ondaatje, Marina Tsvietáieva, Chantal Maillard.
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¿Las redes sociales la abruman? ¿Le quitan tiempo? ¿Piensa que son negativas para los más jóvenes?
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Pueden ser útiles sin exceso y quitan tiempo porque atrapan. En muchos casos es la democracia narcisista y esa necesidad de exhibirse me parece triste.
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¿Qué le da miedo?
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La inteligencia artificial, y que pueda reemplazar al ser humano, y la violencia, las guerras, me dan terror.
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Que esa ciudad de la cultura y los saberes me honrara de esa manera era inesperado para mí.
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Cuéntenos un poco cómo se sintió en la ceremonia donde la honraron como Huésped Distinguida de la Ciudad de Salamanca.
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Fue para el Encuentro de Poetas Iberoamericanos del 2022. Me llegó una carta comunicándome que me querían declarar Huésped Distinguida de la Ciudad de Salamanca. Pensé en el significado de ese entrañable lugar que además es Patrimonio de la Humanidad. ¡No lo podía creer! Que esa ciudad de la cultura y los saberes me honrara de esa manera era inesperado para mí. Tuve que respirar hondo para asimilar la noticia y la emoción. Cuando miro el diploma firmado por “Carlos García Carbayo, alcalde-presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de la Muy Noble y Leal, Hospitalaria y Caritativa, Muy Culta, Docta y Sabia Ciudad de Salamanca (…)”, el 13 de octubre de 2022, no me cabe el corazón en el pecho. ¡Es una gran responsabilidad! La ceremonia fue hermosa, afectuosa, sería, llena de vitalidad y de la compañía de los poetas. Alfredo Pérez Alencart ahí junto al alcalde y otros poetas homenajeados y con Federico Diaz Granados, que también recibió la misma distinción. Inolvidable.
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¿Por qué escribe?
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Escribo para estar conmigo misma y con los otros. Tengo dos formas de escritura: el ensayo y la poesía. Mis ensayos analizan y reflexionan sobre escrituras ajenas y la poesía medita sobre la vida. Creo que escribir, sobre todo poesía, es una forma de meditación, de estar en soledad con el universo y sus complejidades. Lo hago por necesidad de comunicación; porque, así como la lectura ayuda a hacer memoria y a conocer el mundo y a sí mismo, la escritura también es una forma de conocimiento y exploración de la realidad y de los otros. Necesito ponerme en el lugar del otro, hablar de los otros y con los otros; creo que así me encuentro conmigo misma.
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Por Letralia