Fuente: http://www.elcomercio.es/culturas/libros/201512/03/angel-gonzalez-clasico-contemporaneo-20151203004420-v.html
Miguel Ángel García (Úbeda, 1970), profesor de Literatura Española en la Universidad de Granada, participó ayer en la mesa redonda que inauguró las primeras jornadas académicas sobre Ángel González organizadas por lo cátedra que lleva su nombre. A sus alumnos trata de «inocularles el veneno de la poesía en las venas».
-Ha centrado su intervención en la relación entre Alarcos y González.
-Sí, pero no su relación de amistad, que funcionó, y mucho, y de hecho acababan muchas noches de copas, una práctica habitual entre los poetas del 50, y parece que hubo mucha admiración y respeto mutuos, sino en cómo lo lee Alarcos como lingüista.
-Cuénteme.
-Alarcos tiene una concepción muy determinada de lo que es la poesía. Para él, la poesía es un hecho del lenguaje y, en este sentido, la realidad, el contexto histórico, queda siempre fuera del planteamiento metodológico que utiliza. Tiene una visión inmanente del fenómeno poético y, al final, todo se convierte en lenguaje y no importa tanto el contexto social e histórico que influyó sobre la poesía de Ángel González. Influye sobre cualquier poeta, pero especialmente en la poesía de posguerra, porque ya conocemos la situación histórica por la que atravesaba España en ese momento.
-Concluyo, entonces, que no está muy de acuerdo con Alarcos.
-No. Salvando las distancias, porque don Emilio Alarcos me parece un maestro, mi concepción no va por ahí. No comparto su forma de leer el compromiso poético de Ángel González. Para mí, la poesía no es un hecho del lenguaje como para él. Para mí, la poesía es un discurso social, histórico, ideológico...
-A casi ocho años de su muerte, ¿la figura del poeta se ha engrandecido?
-La figura de Ángel González siempre ha estado ahí y siempre va a estar ahí. Es un poeta inmenso y tenemos que dejar de lado los acontecimientos biográficos o un hecho desgraciado como la muerte de un poeta porque lo que importa es su poesía. Y su poesía va a seguir generando significados, interpretaciones, por encima de que ya no esté aquí con nosotros. El gran legado de Ángel González son sus poemas y el verdadero homenaje es leerlo.
-¿Qué lugar ocupa el asturiano en la Generación del 50?
-Un lugar básico. En el 50 está la parte de poesía más narrativa, más coloquial, más atenta a la realidad cotidiana, la poesía que trata de comunicar más con las experiencias del lector, y luego está otra línea poética no tan coloquial, más ensimismada, más esteticista. Yo me quedo, obviamente, con Ángel González o Gil de Biedma por encima de otros poetas. La poesía de Ángel González se puede leer en cualquier momento, está muy cerca del lector. La gran poesía siempre puede leerse en cualquier momento y, dependiendo del momento, nos puede decir unas cosas u otras. Ángel González es un clásico contemporáneo.
-¿Por qué seguir escribiendo poesía si incluso los autores más comerciales lamentan no ganar lo suficiente?
-No se escribe para vivir de la poesía. Eso lo llegan a conseguir muy pocos. Rubén Darío, que representa el comienzo de la poesía contemporánea en España pese a ser latinoamericano, decía que él vivía de poesía. Una cosa es vivir de poesía y otra, de la poesía. No se escribe para vivir. Y quizá esa sea la queja de los más jóvenes, que quieren fama o capital simbólico. Dinero creo que no querrán, porque parten del presupuesto de que no es posible.
-¿Hay algún nombre entre los jóvenes que destaque?
-No tengo grandes esperanzas en la poesía joven.
-¿Por qué tanta desesperanza?
-Porque el tiempo de que disponemos para leer es limitado. Eso lo dice Harold Bloom en 'El canon occidental'. Necesitamos forjarnos un canon propio y, para mí, el refugio está en los clásicos. En cada siglo quedan tres o cuatro poetas fundamentales y los jóvenes me parece que ya llegan tarde. Es una opinión un poco rotunda, pero es mi opinión. Yo me he quedado en los 80, con ese tipo de poesía narrativa que es deudora de Ángel González o Gil de Biedma. Los jóvenes me da la sensación de que han tratado de reaccionar contra ese tipo de poesía de la experiencia hacia un neosimbolismo, hacia una poesía neovanguardista, hermética, críptica, y creo que por ahí no está el camino. No creo que conquisten demasiados lectores.
A. VILLACORTA