Fuente: http://cordopolis.es/2017/01/01/pablo-garcia-baena-los-poetas-del-sur-somos-mas-poetas/#.WGlVsFPhDIU
Cuando la periodista abre su cuaderno en el salón de la casa de Pablo García Baena, situada en el que dicen es el punto más alto del casco urbano de Córdoba, cae una servilleta de su interior. Es una de esas típicas servilletas de taberna que Cosmopoética distribuyó el pasado otoño por los bares cordobeses con un verso escrito sobre ellas. La que ha caído al suelo de casa de Pablo dice así: “Escribir un poema es pedirle el teléfono a una desconocida. Eduardo García/2014”.
Eduardo murió el pasado abril a los 50 años. Un aire de tristeza se adueña del barroco salón. “Pobre Eduardo, qué pena tan grande. Qué espléndido pensamiento en ese verso. Emocionaba su poesía y luego él era tan divertido, tan alegre, tan amigo, que olvidabas esa tristeza momentánea”, suspira Pablo.
Al poeta más joven de Cántico, que ha cumplido ya los noventa y cinco años, se le ha invitado a conversar con Cordópolis para inaugurar 2017. Y ha aceptado. En este año que hoy comienza se cumplirán setenta años del primer número de la revista Cántico (1947), además de celebrar el centenario del nacimiento de una de sus almas, el poeta Ricardo Molina. Rodeados por la sólida quietud que dan cortinajes y óleos, pastorcillos y vírgenes, libros con muchos años encima y mucho amor por los objetos que han acompañado a Pablo toda la vida, sentados en una mesa camilla presidida por una reproducción en plata del monumento a Torrijos de la plaza de la Merced de su querida Málaga, aquel héroe utópico que murió por la libertad y la constitución, mantuvimos una charla muy grata unos días antes de Navidad, a la que ahora el lector puede asomarse.
“Eduardo nos ha telefoneado a nosotros con ese verso desde la eternidad”, dice Pablo mirando al infinito. La intuición de una charla que bien puede alcanzar varias dimensiones
PREGUNTA. ¿Cuáles son sus deseos de año nuevo?
RESPUESTA. Yo ya puedo desear poco, porque los años están ahí amontonados y algún día se cobrarán de tanto tiempo que me han dejado vivir. Es una fecha de recuerdos. Tendríamos que recordar a tantos amigos, como los poetas de Cántico, de los que no queda ninguno excepto el pintor Ginés Liébana. De desear algo, el mundo está tan desolado, tan al borde de un abismo que desconocemos, que pediría un poco de paz para la gente migrante, a esas naciones enteras que se echan al mar con todos sus peligros por culpa de la guerra y el hambre.
P. En 2017 se cumplen setenta años del primer número de la revista Cántico y cien del nacimiento de Ricardo Molina en 1917.
R. En realidad, él nació el 28 de diciembre de 1916, el Día de los Inocentes. Él decía siempre, yo nací el Día de los Inocentes, como don Pío. Don Pío era Pío Baroja, que también nació el Día de los Inocentes, así que por cuatro días se celebra su centenario en el diecisiete, pero él vive cuatro días en 1916.
P. ¿Cómo le gustaría que se celebraran estas dos efemérides?
R. Bueno, a mí me gustaría que se reconociera de una vez la categoría de poeta de Ricardo, de flamencólogo, de prosista de ensayos impresionantes, como su libro La función social de la poesía, su labor de periodista, que yo a veces le decía te has escrito el Córdoba entero, porque lo hacía con varios seudónimos. Que se reconociera su valor enorme. Cántico sin Ricardo no hubiera existido. Él no era el que mandaba ni el director, él era el pensamiento entero de Cántico. Alguien ha dicho que los poetas de Cántico son solo un poeta, y en eso que parece una bobada, hay mucho de verdad. Directores no éramos ninguno y éramos todos. Todo lo que salía en Cántico estaba previamente, dicho, pensado y discutido entre los cinco poetas de Cántico. La voz de Ricardo era autorizada y siempre le hacíamos caso, pero él también nos hacía caso a nosotros.
(Suena largamente el teléfono de casa de Pablo y pregunta la periodista “¿va a cogerlo”?, a lo que su dueño responde tajante y burlonamente sorprendido “¡no!”. El fotógrafo ríe.)
MARTA JIMÉNEZ