Otra cubana que escribe para los niños se alza con el Premio Casa de las Américas. Mildre Hernández Barrios, quien de nuevo se acerca a sus lectores con una original propuesta que reivindica a la infancia gracias a un libro original, comprometido y que apela a los mejores sentimientos.
El niño congelado es el texto ganador este año en la modalidad de LIJ que permite a la creadora de Es raro ser niña —su obra más vendida hace dos veranos—, ascender otro peldaño en el difícil arte de llegar al corazón de la niñez y, por supuesto, de quienes interferimos en el destino de los que saben querer. Con este diálogo sugerente en el que ambos apelamos a sus títulos más destacados, Mildre se abre al lector y explica sus motivaciones y secretas claves.
Tu obra, El niño congelado, sobresalió entre 116 concursantes al decir del jurado "por su carácter risueño, paródico y desprejuiciado en el que se muestra una cotidianidad que no es tranquilizadora, sino más bien surrealista». ¿Puedes adelantar a tus lectores que nueva inquietud nos trae este libro? ¿Te revisitas en él o das un salto hacia otro horizonte en el que no te conocemos?
Creo que sí, que doy un salto. No es la Mildre de Es raro ser niña, Recetas de cocina de una gallina, e incluso la Mildre de los cuentos "andersianos", por decirlo de algún modo. Es una novela entre la ficción, la aventura, lo detectivesco. Una novela que trata de la sumisión, el miedo, el hombre perfecto (¿hombre del futuro?), que desde niño lo congelan para hacerlo insensible y sumiso. Y aunque el título está unos cuantos grados bajo cero, intento contar la historia sin dramas ni catastrofismo. Ofreciendo un guiño de esperanza. Creo, en mi caso, que es bueno, como autor, ser versátil, pues cada historia te pide un modo distinto de narrar. En algunos autores no funciona, para no perder su público. Yo, simplemente, me arriesgo.
¿Cómo te sientes al alcanzar este premio que te ubica en una nómina que también ocupan Dora Alonso, Julia Calzadilla, Nersys Felipe, Enid Vian, Teresa Cárdenas, Emilio de Armas y Gumersindo Pacheco?
Son autores a los que he leído siempre con gusto, y que han aportado obras significativas a la literatura infantil y juvenil cubana. Unirme a ellos, a través de este premio, es muy satisfactorio, pero lo que realmente más admiro de ellos no es el premio en sí, sino el valor de su literatura.
Como una de las novedades de la FIL 2015, la editorial Capiro te publicará El diario de una vaca, libro que en clave animista denuncia una serie de males de cualquier sociedad moderna, pero sobre todo, la intolerancia hacia lo diferente. ¿Es de tus historias preferidas?
Diario de una vaca denuncia cualquier sociedad sometida a la falta de libertad, al consumismo, a la forzada emigración... (a los extremos). Pero preferidas son todas las historias que he escrito.
En una entrevista que te realicé hace años al preguntarte por la infancia me respondiste: "Tendría que volver a la mía para valorar muchas cosas de mi adultez con las que he tenido que convivir. Para muchos es la mejor etapa del ser, para mí la más triste, pues el niño está sometido a los caprichos, miedos, represiones y manipulaciones del adulto. Se menciona constantemente la ingenuidad en la infancia como el rasgo más bello, pero, en mi opinión, no es tan así. El niño no es muy ingenuo, lo que es muy indefenso y eso lo hace parecer ingenuo". ¿Podría considerarse que este es uno de los leit motiv de tu obra? ¿El hacer que todos entiendan a esa infancia a veces incomprendida?
Sí, pienso que la infancia está sometida por los adultos. Estos mandan, deciden, idean la sociedad en la que vive el niño, para bien o para mal. Yo, como creadora, intento decir que la relación niño-adulto no es Dominante y Recesivo (como en la genética), sino un mutualismo.
¿Es raro ser niña?
Es raro ser adulto.
¿Fuiste Una niña estadísticamente feliz?
Los niños más tristes o los más felices, siempre se las ingenian para sumar, restar, multiplicar y obtener un resultado equivalente a la felicidad. Claro, yo nunca fui buena en matemáticas.
He visto en tus poemas y cuentos una recurrencia a la figura del Patico Feo. ¿Qué te acerca y qué te aleja del célebre personaje de Andersen?
No sé hablarte del dolor
sin escuchar su graznido.
Siempre me inventé algún nido
donde cupiese el amor.
Mi plumaje fue el temor
en lo más falso del cielo.
Y nunca tuve el anhelo
de ocultarme en la tibieza.
Porque a veces la belleza
se encuentra en el propio vuelo.
En tu libro En el otro espejo, te acercas al epigrama, casi de una manera filosófica y adulta. ¿Fue esa una obra circunstancial o te propones volver a ese estilo?
¡Ay, Enrique...! ¡Ya no sé lo que me propongo!
¿Recibiste alguna vez Cartas Celestes? ¿Tienes las Cartas en un buzón enamorado?
No sé si fueron tan celestes... casi siempre había tormenta y el cielo estuvo, muchas veces oscuro... Pero ya ha cambiado el clima y mi buzón está lleno.
¿Es el tuyo un Corazón verde tatuado?
Ya no sé si es verde. Ya no sé si está tatuado...y lo peor, ya no sé si es mío... ja, ja!!
¿Te has sentido alguna vez como La novia de Cuasimodo?
En todo el poemario lo he sido. En mi vida lo he intentado ser.
¿Te alimentas a partir de las Recetas de cocina de una gallina?
Yo diría que como a partir de toda mi obra.