En estos días, el Luis Fernando Afanador anda narrando por Facebook, con textos y con fotos, su paso por Buenos Aires.
El recorrido del poeta colombiano es ecléctico: El Gato Negro, la puerta de la casa de Gombrowicz –"cómo no visitar a Gombrowicz, el escritor que odiaba los poetas"–, el banco de Mafalda, el café Homero Manzi (San Juan y Boedo moderna), la Librería Norte, el Bar El Cisne –"El café que frecuentaba Alejandra Pizarnik y en el que recibía a sus jóvenes admiradores"–, la Plaza Cortázar. Anda mirando Buenos Aires con ojo atento. "En Buenos Aires, para volver 'cool' a Palermo viejo, han llamado a una de sus zonas y aledaños Palermo Soho, Palermo Hollywood y ahora planean Palermo Queens. Qué tal que los argentinos no fueran anti yanquis", puso en Facebook. Y: "Leo la antología de Julio Salgado y no está Borges. Camino por Palermo con Fondebrider y me explica que Borges nunca fue referente poético".
Afanador (Ibagué, 1958) viene de Rosario, donde fue uno de los "grandes" del Festival. Trae currículum. Fue catedrático, codirigió el programa Librovía de la Alcaldía Mayor de Bogotá y fue editor de Semana Libros. Y acá se sienta y habla de su poesía. "Sorprender con una voz", dice. Eso es lo que busca. Sorprender "con una voz que no está jugando a nada sino a su voz y a decir su mundo. No hay que asombrar ni cambiar la poesía sino encontrar una voz y decirla. Con madurez y con plenitud, escribir un buen poema, un poema que la gente lea y recuerde."
–¿No cambiar la poesía?
–Generalmente los que tratan de hacerlo, pues, no lo hacen, lo hacen los que nunca lo pensaron. Fíjate que en los grandes libros no hubo una intención clara de "vamos a hacer un cambio, una revolución". Proponerse eso de entrada parece como un proyecto político.
–¿Qué poesía propone usted?
–Una poesía sencilla, coloquial que la pueda leer cualquiera y trasmita más allá de la literalidad, a eso es a lo que yo aspiro, a una complejidad que no se note. El escritor que no tortura las palabras, tortura al lector.
–¿Cuándo se sintió poeta?
–Te sientes poeta cuando un lector te dice que le gustó un poema. Cuando publiqué un libro lo regalé, en el club donde voy a los que creía que leían y un señor que es músico, me hizo el reclamo de por qué a él no se lo había dado y yo claro, se lo di. Como a los dos meses se murió su papá y él tenía en la mesa de noche el libro y lo abrió justo en un poema que yo escribí a mi papá cuando murió. Pues el señor ha leído el poema en la iglesia. Eso es: cuando alguien dice "usted dijo lo que yo quería decir", cuando uno recibe esa retroalimentación, ese es el bautizo, cuando el poema no es un acto solitario sino que el poema lo escribe el que lo lee, lo recrea, como con todo libro.