Featured

La poesía y la alegría siguen en la creación de Dora Castellanos - Colombia

Fuente: http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/dora-castellanos-sus-90-anos-habla-sobre-poesia-y-alegria

Dora Castellanos cumplió 90 años en octubre. Ha escrito poesía desde que tenía 8 años de edad y fue la primera mujer en Colombia que logró entrar como miembro correspondiente a la Academia de la Lengua.

Con femenina coquetería me pide que omita sus 90 abriles, pero no le obedezco porque son 90 abriles pletóricos de luz, de poesía, de sabiduría y de vida.

El conocido periodista antioqueño, educador, columnista y profesor universitario Iván Guzmán López dijo alguna vez que "Dora Castellanos hace parte de ese grupo magnífico de cinco o seis poetas que son cumbre en la literatura colombiana" y citaba a Fernando Soto Aparicio quien la define así: "Dora Castellanos es, en la poesía colombiana, en el amplio mundo de la poesía en lengua española, la voz que no se calla, la que permanece, la que acompaña, la que destierra el silencio, la que no se acaba. Toda su vida ha sido y sigue siendo un canto: al amor, a la patria, a los héroes, a la ternura, a los cuerpos del hombre y la mujer enlazados en la ceremonia de la pasión, a lo lúdico, a lo trascendente, a lo erótico. Es ejemplar ese empeño de Dora en no dejar que la amordace la vida; por seguir cantando "aunque la rama cruja"; por dar y continuar dando lo mejor de sí misma, por dejar entre quienes la admiramos, la leemos y la respetamos "eterna huella".

Poco más tengo que decir si no que fue un placer conversar un rato largo con esta mujer maravillosa que ha vivido en olor a poesía desde que era una niña.

¿Cuáles son sus ancestros venezolanos?
Mi padre era caraqueño. Uno de mis abuelos, Carlos Elías Echeverría Salazar, era el general en jefe de Cipriano Castro, que fue dictador. Allá todos eran dictadores.

¿Ha tenido entonces mucho contacto con Venezuela?
Desde luego. Fui Consejera para Asuntos Culturales de la Embajada de Colombia y estuve allá 13 años. Alcancé a trabajar con unos siete u ocho embajadores, uno de los cuales fue el inolvidable escritor Pedro Gómez Valderrama.

¿Y por qué duró tanto tiempo allá?
Porque cuando me iban a cambiar, el embajador de turno ponía el grito en el cielo y llamaba a la Cancillería a pedir que a esa señora no se la cambiaran porque era una maga para escribir discursos y para reemplazar al embajador en eventos culturales que él no podía físicamente atender en diversos puntos de Venezuela.

¿Desde cuándo escribe y cuántos poemas tiene?
Estoy escribiendo desde que tenía 8 años y tengo unos 1000 poemas. El que me dio la pista fue el primero, que le escribí a mi mamá el día de su cumpleaños. Yo quería hacerle un regalo y como tenía cinco centavos compré unas moras, le hice un vinito y lo eché en una botellita. Le puse una tarjeta que decía:

A mi madre
El día de su cumpleaños
Vino dulce de mora
Hecho por Dora.

¿Qué estudió usted?
Estudié bachillerato. En esa época no se usaba que las mujeres fueran a la universidad y aunque hubiera querido desafiar esas convenciones, mi madre, que estaba viuda, no tenía dinero para pagarme una carrera. Y si usted me pregunta si tengo frustraciones de esa época, le diría que una de ellas es no haber tenido la posibilidad de hacer una carrera universitaria.

¿Cuál fue su primer trabajo?
Cuando salí a buscar trabajo vi el letrero de la Contraloría General de la República, entré, pedí hablar con el secretario y le dije: "Señor, yo nunca he trabajado, pero creo estar bien preparada porque sé escribir a máquina, sé taquigrafía, tengo buena ortografía, puedo redactar y necesito trabajar". Estamos necesitando una mecanógrafa en el Departamento de Estadística- me contestó- y me nombraron.

¿Cómo llenó el vacío universitario?
Leyendo muchísimo. Absorbiéndolo todo. Me encantaba la literatura y me fascinaba la poesía. Leía versos constantemente y me los aprendía por docenas. A través de los viajes se aprende también y yo tuve la fortuna, por diversas circunstancias, de trasegar una buena parte del mundo.

¿Cuántos años tenía cuando se casó por primera vez?
16 años, porque uno pensaba que si no se casaba a esa edad se quedaría solterona. Así que me casé con el primer novio que tuve.

¿Se casó por amor o por necesidad?
Por amor no. Me parecía que no me iban a volver a proponer matrimonio y que debía aprovechar esa oportunidad. Pero le voy a confesar una cosa: yo me enamoré dos veces en la vida y ninguno de los dos fue mío.

¿Y le escribió muchos versos a ese par de amores frustrados?
Claro, uno escribe poemas porque el amor es el que dicta. Si estás enamorada te sale fácilmente una bella carta de amor, en cambio, si te piden que le escribas una carta de amor al vecino la cosa se complica porque uno no le puede escribir impunemente al vecino algo como: "Hay algo en ti que nunca he contestado....". (Risa).

¿Y del señor Castellanos sí se enamoró?
Regulimbis pimbis.

¿Por qué?
Porque enamorarse es difícil.

¿Cómo lo conoció?
Él trabajaba en el diario El Liberal con Alberto Lleras Camargo, que era el ministro de Economía, como se llamaba entonces. Su señora Bertha Puga y él fueron nuestros padrinos de matrimonio. Yo trabajaba como su secretaria.

Volviendo a sus dos amores frustrados, usted que fue una mujer tan bella, ¿por qué no logró atraparlos?
Porque uno de ellos era militar y yo no quería casarme para ir desde La Guajira hasta el Amazonas, en esos cargos que les impone el Ejército sin derecho a rechistar. Mi otro amor fue después un escritor que publicaba, como yo, en la revista Cromos. Tuvimos un romance muy bello durante 15 años y con él viajé muchísimo, pero no le voy a soltar prenda. (Risa).

¿El sentido del humor ha sido importante en su vida?
Ha sido definitivo porque el humor todo lo suaviza y a mí se me ocurren permanentemente chistes y cosas divertidas que hacen reír a mis amigos.

¿Hoy sigue escribiendo versos?
Sigo organizando mis poemas y no hago nuevos porque todo aquello sobre lo que había que escribir se agotó: el paisaje, el amor, la juventud, la ternura, la maternidad. Todo eso ya fue desfilando a lo largo de la vida.

¿Perteneció a alguna generación poética?
No, no pertenecí a los "piernacielistas", (risa), pero fui muy amiga de Jorge Rojas, de Eduardo Carranza, de Arturo Camacho Ramírez, de Carlos Martín. También he sido muy amiga de otras poetas como Elisa Mújica, Matilde Espinosa y Maruja Vieira, a la que admiro mucho.

Estuvo en China dando conferencias. ¿Sobre qué habló?
Fue un viaje inesperado pero muy rico en experiencias y en emociones. Allá hablé sobre poesía colombiana, sobre Sor Juana Inés de la Cruz y sobre la Madre Castillo.

¿Y qué impresión tuvo de China en ese momento?
Muy diversas. Por una parte, la China me pareció muy pobre. Recuerdo que salí a caminar y vi a una mujer descalza y sonándose con las enaguas. Pero eso no me arredró y como había ido con una amiga decidimos internarnos un poco más para observar otros ángulos y tuvimos la suerte de encontrar que habían descubierto el famoso Ejército de Terracota en Xian. Algo realmente alucinante. Un ejército entero con caballos, jinetes, carros de guerra, más grandes que el natural, en perfecto estado. La China de hoy no tiene nada que ver con la que yo conocí.

¿A qué le teme?
Antes le temía a morir inédita, pero después de 20 libros obviamente eso ya no es una amenaza. Hoy me preparo para editar un nuevo libro, que se llamará 'Versolario', en el cual seguramente tendré que raspar la olla de la poesía porque puede ser el último.

¿Tiene muchos secretos entre pecho y espalda?
No tantos, quizá que de pronto que me gustaría conseguir un viejito pechilanudo. (Risa).

¿Un viejito para que le caliente la mano?
Y más arribita también se puede, o más abajito, mejor. (Risa).

¿Ha sido usted una mujer muy erótica?
No, pero sí tengo versos de un erotismo sutil. Hubo una época en que escribí versos "Lleróticos" porque el presidente Carlos Lleras me mandaba pedir versos de ese corte para publicar en Nueva Frontera. El doctor Lleras me estimaba enormemente.

¿Cómo lo conoció?
Él era Contralor General de la República, donde yo era mecanotaquígrafa.

¿Y tuvo romance con él?
No me atreví.

¿No se atrevió usted, o no se atrevió él?
Ninguno de los dos porque yo era muy amiga de doña Cecilia y eso no me parecía elegante ni decente.

¿Pero de pronto le hubiera gustado?
¿Haber tenido un romance con él? Sí.

Ah, caramba. ¿Era un hombre interesante fuera de su papel político?
Muchísimo porque sabía de todo, era un hombre sumamente culto y podía, a pesar de su fama de bravo, ser un marido y un abuelo muy tierno. Pero lo que sí puedo decirle es que nunca supe cómo podía expresarse él emocionalmente. Solo poéticamente.

¿Alguno de sus hijos le heredó la vena poética?
Mi hijo Julián, que murió, escribía y hacía poemas, pero no publicó nada. Tuvo una vida accidentada y compleja. Me dejó el dolor de perder un hijo, una pena que nunca pasa.

¿De qué murió, si me permite preguntarle?
Mi hijo se suicidó a los 26 años. Se llamaba Julián Castellanos y trabajaba con Fanny Mickey en el teatro, haciendo escenografías y diseñando vestuarios. Fue un momento terrible cuando me avisaron a Venezuela. Tomé un avión y regresé para encontrarlo en un ataúd. En ese momento debería uno caer al suelo y no volverse a levantar. Eso no lo he superado jamás, Margarita.