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La poesía me ha enfermado y me ha curado

Fuente: http://www.eluniversal.com/noticias/cultura/poesia-enfermado-curado_625838

La escritora, un referente cuando se habla de poetas venezolanas, publicó recientemente bajo el sello Oscar Todtmann Editores, el poemario "La espera imposible".

La poesía forma parte de la vida de la escritora venezolana Cecilia Ortiz desde su juventud. Esa pasión la llevó a estudiar la carrera de Letras en la UCV y desde entonces ha recorrido un largo camino escribiendo y dictando talleres. Trébol de la memoria, La pasión errante, Autorretrato, Naturaleza inventada son algunos de sus poemarios; además, es un referente cuando se habla de poetas venezolanas; de hecho, recientemente fue incluida en la antología Cantos de fortaleza, publicada en España.

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Ahora presenta su nuevo trabajo poético La espera imposible. En cada verso, en cada poema, Ortiz repiensa el proceso riguroso y paciente de la escritura. Aunque no considere este libro su ars poética, su construcción le permitió reflexionar acerca del acto creador.

–La espera imposible, título de su poemario, ¿es una forma metafórica de definir la poesía?
–No, La espera imposible es la espera entre los poemas, el tiempo que no llega entre los versos, que desespera, el tiempo que suscitaron estos poemas. Se podría utilizar para cualquier acto de creación. Imposible, porque parece que es la espera del poema que no llega nunca. Por eso sale tanto la palabra musa como la esperanza positiva de que va a llegar el poema, de que sí va a llegar. Y finalmente el poema llega, y los hechos de la realidad cambian el concepto: la espera es posible, el libro fue publicado.

–Armando Rojas Guardia, Emily Dickinson, Rilke, Pessoa son mencionados a lo largo del poemario. ¿Cómo marcaron su obra estos autores?
–El epígrafe de La espera imposible es de Armando Rojas Guardia, lo tomé de su libro La nada vigilante; un día me vi asustada comprobando que este libro ya había sido escrito, entonces lo rompí y llamé a Armando, quien es mi amigo personal; me dijo que no era cierto, que era un tema universal, decidí armarlo de nuevo y así nació el poemario. En cuanto a los otros autores, son mis caballitos de batalla, los estudié en la Escuela de Letras, los aprendí con devoción y no los he dejado nunca. Justamente en ese orden fui conociendo a cada uno de esos poetas: Emily Dickinson en primer lugar, lectura de juventud. Y Rainer María Rilke, lectura de la Escuela de Letras de la UCV formada por Hanni Ossott, poeta insigne de las letras venezolanas, de quien fui discípula y posteriormente amiga y quien dejó una huella imborrable. En cuanto a Fernando Pessoa, ya no recuerdo quién hizo de mí su fiel lectora, después de todo, pasé 10 años trajinando en los pasillos de la Escuela, y lo que no se aprendía allí, lo aprendíamos de los compañeros de estudio que, al igual que yo, estábamos ávidos de lecturas, teníamos hambre de letras, y así nos formamos.

"Un autor necesita ciertas certezas para apoyarse y seguir con otras, como un árbol que va creciendo infinitamente"

–En varios poemas menciona a las musas: “A las musas hay que respetarlas”. Al contrario de lo que piensan muchos escritores, ¿cree usted que la poesía y, por ende, la escritura necesitan de las musas y la inspiración?
–La verdad es que ha pasado mucho tiempo desde que hice esa aseveración. Un autor necesita ciertas certezas para apoyarse y seguir con otras, como un árbol que va creciendo infinitamente.

–¿Su poema Cautiverio podría considerarse una metáfora de lo que significa el trabajo poético?
–Me gusta la palabra “cautiverio”. Encerrarme a pensar, leer, escribir, esto trae muchos problemas en tu entorno, te inutilizas. Antes era muy sociable, entraba y salía. Ahora es un problema, es un encierro.

–Un lector o poeta podría considerar La espera imposible como su ars poética.
–Ojalá que no, todavía no estoy a tiempo de escribir mi ars poética. Este título de momento podría ser mi ars poética, pero la publicación del libro me ha enseñado nuevas cosas, y por eso es tan importante cumplir con la publicación del libro; ahora mismo que me haces estas preguntas estoy aprendiendo de ti, la creación poética es fascinante, no me canso de aprender.

–Para la poeta colombiana Piedad Bonnett la poesía sana, salva... ¿Es su caso?
-Sí, estoy de acuerdo con Piedad Bonnett. Este concepto lo aprendí de una poeta que me enseñó mucho y que decía que la sanación está en la creación, digámoslo, más ampliamente artística. En mi caso, la poesía me ha enfermado y me ha curado. Por la obsesión de escribirla, en ese momento, estoy sanando. Siento que respiro mejor en cuanto la escribo. En este punto, la publicación es lo difícil para mí. Es una muerte, me vuelvo vulnerable. Si salgo de este trance me salvo y sigo hacia adelante.

–Usted ha dado durante muchos años talleres de poesía. ¿Se puede enseñar a alguien a ser poeta?
–Últimamente he tenido muchas sorpresas, sobre todo desde que hago talleres individuales. Tengo mis tácticas, me ha llevado años aprenderlas. Escribiría un tomo y al final lo reduzco a una palabra que me la ha enseñado Rainer Maria Rilke, y es “paciencia”. Por lo demás, me gusta mucho leer poetas venezolanos con mis alumnos, intercambiamos lecturas y hacemos ejercicios especiales, todo depende de la formación del tallerista. Depende mucho de su visión del mundo, de su cosmogonía. Sino, la construimos.

–Cómo prefiere que la llamen, ¿poeta o poetisa?
–Poeta o poetisa, con tal y escriba.

–¿Un poema que siempre vuelve a leer?
–Un poema de Eugenio Montale: Poema 5, que forma parte de la colección de poesías Xenia II, publicada en su obra Satura (1971).

–Finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Cecilia Ortiz?
–La ventana de todos los poetas que leo y me gustan. Eso me lo enseñó Yolanda Pantin: “La ventana de la naturaleza, la ventana que me muestra Dios”.
CECILIA ORTIZ