Es hombre de relativos más que de absolutos y en el último año casi le salen espolones en la cabeza. Miembro de una saga con apellido, a Ignacio Cabrerizo de Marco (Soria, 1974) le han salido canas a la par que la criatura tomaba forma y rejuvenecía el corazón de la madre patria.
Pero no hay Espolón que se le haya colado en sueños. Porque la vida es movimiento, no parálisis; está para vivirla (como el paseo que nos ocupa) y es el tiempo el que deja las cosas en su sitio y les da perspectiva. ¿Será verdad? En un siglo, leemos de nuevo sus palabras.
Pregunta.-Le nombro hombre del año en Soria. ¿Acepta el premio?
Respuesta.-Creo que no.
P.-A ver, ¿qué le da miedo tocar?
R.-Soy una persona bastante valiente en todo lo que hago. No tengo miedos específicos.
P.-¿Qué se le hace grande a un arquitecto?
R.-Buena pregunta. No lo sé.
P.-Y cuando lo que le viene grande es la vida, ¿qué hace?
R.-La vida no se le viene grande a nadie. Hay que vivirla de una forma o de otra. Hay que pasar por ella.
P.-Un arquitecto me dijo una vez que él hacía poesía con sus proyectos. Yo lo he intentado, créame, pero no encuentro poesía en El Espolón.
R.-La tiene. Tiene bastante más de la que parece. Tiene poesía porque realmente forma parte de un proyecto que funciona de dos maneras distintas. Esa parte poética, la de vegetación, del movimiento, de la circulación... a lo mejor no se ha entendido muy bien, pero créame que existe. No solo en El Espolón, en él y en Mariano Granados. Es una de las cosas que no se ha sabido interpretar, precisamente por cómo se han desarrollado las cosas.
P.-Ya sé que el ladrillo está en crisis, ¿pero hacía falta tanto hierro?
R.-Sííí.... Yo creo que sí. Todo forma parte de una estética y la estética tiene una coherencia. El hierro es una anécdota en el proyecto. Creo que predominan cosas más importantes como es la funcionalidad de todo el espacio.
P.-Bueno, mejor un búnker opinable que un inmovilismo insalubre, digo yo...
R.-En el tema de los búnker hay opiniones para todo el mundo. Hay gente que le encantan, a otra no le gustan nada. Las obras que tienen relevancia son las que no dejan indiferente a nadie. Me parece que esa parte de la idiosincrasia de algo dice que por lo menos algo se ha hecho bien.
P.-Sí pero le tienen que haber salido a usted espolones hasta en la cabeza. ¿Cuántas veces ha soñado?
R.-Sí, ya se me van pasando pero han sido unos años complicados, por la presión mediática, por la presión social. Pero ahora lo veo con perspectiva, y estoy contento con el resultado. (¿Pero se le ha aparecido en sueños?) No. Las realidades no se sueñan, se viven.
P.-Pregunta al ciudadano, ¿qué cambiaría de toda la ciudad? No sirve algo que pueda hacer un arquitecto.
R.-Una actitud. En Soria tenemos la actitud de que va a venir alguien y nos va a salvar la vida. Y no es así. Los que tenemos que salir adelante somos los propios sorianos con nuestro trabajo.
P.-¿Qué le gusta más que le digan, lo que quiere oír o lo que necesita?
R.-Prefiero que me digan lo que necesito. Lo que quiero oír ya me lo digo yo. (Ríe).
P.-«Estar vivo es algo más de no estar muerto». Es im tuit. ¿Cuándo no vive usted?
R.-Creo que no vives cuando le pasan cosas a los que más quieres. Lo demás todo va y todo viene.
P.-¿Cómo de larga es la sombra de su apellido? (Su abuelo fue arquitecto municipal, su padre es arquitecto).
R.-No es tan larga. No coincidí con mi abuelo, pero sí con mi padre porque trabajamos juntos. Creo que nos complementamos. Seguimos líneas distintas pero hay una marca. Yo he mamado la arquitectura desde pequeño. La sombra a veces te cobija y otras te da frío.
P.-¿Qué?, ¿cuándo remodelamos el centro de día de la tercera edad del Espolón?
R.- (Ríe). Pues creo que todavía no le toca. Es de los años 70. Es un proyecto en el que colaboró mi abuelo con mi padre. Además, el edificio que había se derribó el día que nací yo. Mira qué curiosidad.
P.-¿Ante qué se queda mudo?
R.-Ante la crítica vacía.
P.-Le pido dos dudas, una seria y otra de andar por casa.
R.-... (¿No duda, hombre?) Sí, sí, mucho, pero estoy pensando.... Sobre todo sobre la idiosincrasia de las personas, de donde venimos, nuestra función. Creo en la parte energética de la vida, me llama la atención. Y no tengo dudas banales.
P.-¿Cuándo se hizo usted mayor de golpe?
R.-Cuando tuve a mis hijas. Da otra perspectiva de la vida distinta.
P.-Si fuera alcalde o mandatario ¿qué derribaría?
R.-Es más interesante no derribar nada, sino adaptar lo que se tiene a los nuevos tiempos. Ni siquiera derribaría la Ciudad del Medio Ambiente. No estoy muy a favor del asunto pero creo que es una oportunidad para reconducir el proyecto. No soy partidario de derribar sino de transformar.
P.-A usted, alumnos de Escolapios, ¿qué tal se le daba el teatro?
R.-Bien... No he seguido por ahí pero me gusta. En el fondo la arquitectura también tiene algo de teatro, en la que todo el mundo interpreta el papel que le toca vivir en la vida.
P.-Con tal de que no haya sido demasiado actor en esta entrevista...
R.-Como la vida misma.
P. Pérez Soler