Fuente: http://www.telam.com.ar/notas/201603/141071-los-demonios-del-mar-garcia-del-castano-poemas.html
Los demonios del mar", el nuevo título de Del Castaño (1979), editado por Ediciones del Dock, se agrega a sus libros anteriores "El grito" (2004), "La vida en que sueñas" (2012), "El animal no domesticado" y "El sueño de Sara Singer", ambos de 2014.
La poeta que da cuenta con aspereza de una realidad diaria en la que habitan señales inadvertidas del desastre ("las plumas de un pájaro embalsaman el día/ rellenan su colchón/ la leña de sus sueños"), mantuvo el siguiente diálogo con Télam.
- ¿Con qué palabras creés que se relaciona la médula de tu poesía y por qué: ¿desamparo, cetrería, fatalidad, resistencia, circular, extranjería, indómito?
- De las que mencionás, desamparo (del tiempo), resistencia (a la muerte). Agregaría: memoria (a la par, insistente), fatalidad, por súbita, por inclemente, por fruto natural de nuestro destino. También está presente el sueño, como un pasaje umbilical, sueño como ceguera, desdoblamiento de la vida despierta y la que no. Y circular. Porque no hay refugio para estas palabras, por lo tanto hay un volver permanente, un machaque y porque todo es un retorno y un reencuentro si no está liberado, si no está asumido.
- El epígrafe nombra una ventana, "pequeña para entrar, vacía para quedarse"; ¿en ese no lugar se dirime tu nuevo poemario?
- Esa ventana es el olvido, todo lo que ocurre ahí dentro es absurdo, atemporal, como una foto. Todo ahí dentro es lento y engañoso.
- Asimismo, el "afuera" se revela hostil como un campo de caza...
-En general creo que toda poética es campo de batalla contra el afuera, y este choque de poderes es lo que vuelve a la poesía hipnótica, tan molesta a veces como necesaria. El afuera es la fatalidad, el sueño y la muerte, siempre iluminando nuestras cosas, pendiente de nuestra música, siempre dialogando con el camino que tomamos y del que nos abstenemos también. Y la escritura, como siempre digo, viene a ser toda esa maquinaria dispuesta a torcer lo irreversible, a impedir, a conjurar un contrario, a llevar lejos.
- En muchos textos aparece un hablante como extranjero de sí mismo, ¿lo ves así?
- Es lo que menciono del desdoblamiento. En los poemas está el que sentencia pero también el que duda, el que resiste, que también podría ser el ser dual de la vida. Creo que hay en "nosotros", un ser determinante y un ser aullante, un ser preciso y uno estéril, uno seguro y otro insatisfecho, el que espera y el que cruza. Y los poemas tienen esa vitalidad. Un camino señalizado, iluminado y otro lateral y oscuro.
- Un verso tuyo subraya un tópico de tu poesía, lo efímero: ¿somos estadías en la ausencia, ¿te obsesiona este eje, el tema del tiempo?
- Me obsesiona el tiempo de la misma forma que él se obsesiona conmigo. Es un perro que siempre está tironeándonos la ropa. Mantiene a flote rostros, nombres, objetos perdidos. El tiempo intranquiliza porque nos ha convencido de un deber: prosperar en él, siendo que él no prospera, solo circula y su oleaje devuelve todo, el tiempo nos convierte en circulares convenciéndonos de que prosperamos.
- El poema "Los demonios del mar" vuelve al tema de tu libro anterior, El animal no domesticado: y retoma versos de ese libro que remiten a la lo salvaje, bravío: "todo ha sido desandar/ y no ser domesticada"; ¿la libertad es uno de tus núcleos esenciales?
- Es un núcleo, sí. Para danzar es el poema y para desandar es la muerte dije en aquel libro. Y mira como todo es circular: escribimos y danzamos, y esa danza es exorcizante, es la maquinaria para impedir, como dije antes. Impedir el sueño, la muerte y la fatalidad. Cuando alguien muere desandamos, retrocedemos en nuestros recuerdos, buscamos esa persona a los 20, a los 30, una semana antes, ayer, qué dijo ayer. Desandamos para resistir. Cuando despertamos, igual. Cada vez que uno se hace consciente de la muerte, el sueño, la fatalidad se salva de su domesticación, se acerca a su libertad..
"La escritura, como siempre digo, viene a ser toda esa maquinaria dispuesta a torcer lo irreversible, a impedir, a conjurar un contrario, a llevar lejos"
- Tu libro guarda un bestiario personal: pájaros, ratas, insectos, osos, cisnes, peces, cabras, lobos, hienas, etcétera, ¿son símbolos de tu poesía, criaturas de un tapiz visual que anida en tu trama poética?
- Sí, una mitología. Y que estos animales dialoguen dentro del libro y con otros libros. El poema también es un cuadro, ¿no? También se descubre y se descifra. Me gustan los animales indómitos, los que no se sientan en la falda ni huyen con un chasquido. Me gustan porque no están dependiendo del tiempo ni sufriendo por él. En general son voraces y audaces toda su vida. Me gusta pensar en nuestras fijaciones, dominios, fondos representados por ellos y a su vez sus metamorfosis, subsistencias y empecinamientos espejadas en nosotros.
- Galgos, tigres, perros, gente en carrera, ¿Qué representa el movimiento en tu poesía? ¿Acaso una urgencia?
- Es verdad, corren, ansían. Esa es la palabra.
- En un poema anterior aludías al que da su amor a quien lo muerde, ahora escribís esta imagen rotunda: "acaricias la cabeza de mi bestia/ mientras atas tus fieras a la reja de mi corazón" ¿el amor en tu poesía es una experiencia de soledades compartidas?
- El amor en estos poemas tiene la mística del mar, del que nadie escapa. Manso en apariencia, el mar no es indiferente a nadie. Desde el que le teme en una foto, hasta el que mete los pies, o filma su violencia, el que ama su espuma, o es llevado por su ondulación o bucea en su profundidad, o se tira desde un acantilado o incluso el que se ahoga, todos ellos caen bajo su red hipnótica. Así como el amor.
Laura García del Castaño