Fuente: vavel.com/
La línea tres recorría desahogada el subsuelo madrileño en un día en que apetecía viajar a la luz del sol. Eran las once y cuarto ante merídiem en el reloj cuando llegué a la Glorieta de Embajadores. La misma hora en que -a pesar de que habíamos quedado quince minutos más tarde- Nicolás del Hierro me esperaba, apoyado en un bastón en su mano izquierda y tres libros en su derecha.
No recordaba tan mayor a aquel hombre que había llevado su nombre y sus versos más allá de nuestras fronteras. Un par de sonrisas, el recuerdo de su tierra y dos tés con limón alimentaron nuestra conversación.
PREGUNTA: Nació en Piedrabuena, un pueblecito de la provincia de Ciudad Real, en un contexto histórico español marcado por la Segunda República Española y la posterior Guerra Civil, ¿cómo afectaron estos acontecimientos a su vida y a su obra?
RESPUESTA: Yo empiezo a escribir versos ya en la adolescencia, de forma autodidacta. Digamos que fui un niño prodigio. A los seis años empecé a ir al colegio, porque por entonces no podías empezar antes, pero yo ya sabía hacer quebrados. Había tres grupos: rápidamente pasé al primero, al segundo y, al final, me pasaron con los niños de doce y catorce años, que eran los del último curso.
» A los diez años, muere mi madre y ella nunca quiso que yo trabajara en el campo, así que me hace prometerle que eso se va a cumplir. Un tío abuelo mío, que tenía un estanco, me ofreció trabajar allí como ayudante. Al poco tiempo, pasé al casino. En esos años, vuelvo a la escuela y aprendí mecanografía en el ayuntamiento. Después, cuando llegué a Madrid, entré a trabajar en el Hotel Palace, donde prácticamente he estado toda mi vida.
» Por otro lado, en el año 62 publico mi primer libro, que es bien acogido. Los primeros poemas de adolescencia no me valen… aunque algunos no me he atrevido a romperlos, son malos, porque eran de un muchacho que se estaba formando. Después me pongo en la línea poética del momento.
P: Y, ¿qué queda del Nicolás del Hierro que empezó a escribir a mediados de los años 50?
R: Nicolás yo creo que está íntegro, con más años, pero con el mismo espíritu. Cuando más feliz me siento es ante el ordenador o la máquina de escribir; sobre todo cuando lo hacía a lápiz con una goma de borrar al lado. El Nicolás puro, tímido… yo creo que está todavía, como aquel muchacho que ¡qué sé yo! No se atrevía a decirle qué guapa eres a una chica. La búsqueda de la pureza en el diccionario, como la pureza humana y social, está viva desde el adolescente hasta hoy.
P: ¿Y qué le motivó a escribir?
R: Exceptuando esos poemas de adolescencia que no son válidos poéticamente, a mi me motiva a escribir la propia vida, la sociedad, el humanismo, nuestras raíces. Hasta los 45 años no publico un libro de poesía amorosa, y eso que ya había publicado cuatro o seis libros para entonces. Sí es verdad que yo llego a la poesía cuando ésta tiene vigencia, con Blas de Otero, Gabriel Celaya, Miguel Hernández… Aunque éste último me gusta cuando es poeta, y no panfletario. Es su política o en la que ellos creen, pero pienso que eso es lo que vemos ahora. Cuando los dos grandes partidos no se unen para sacar lo mejor de cada uno, es un error. Y eso es lo mismo que ocurría entonces. La poesía social debe vivir siempre, pero no tan punzante como lo fue en aquellos años.
Ahora se hace una poesía sin rima, sin ritmo, lineal… para mí eso no es poesía
P: A pesar de que su obra es muy extensa y toca muchos géneros literarios, la poesía es, sin duda, la que más ha trabajado, ¿por qué?
R: Es algo que llevas dentro en la persona. Es cierto que la poesía es donde más se selecciona el idioma, y yo selecciono la expresión. Se decía antes, cuando la novela era distinta, que el poeta no sabía escribir prosa. Aquellos novelistas españoles, incluso los clásicos internacionales, escribían directamente con un idioma distinto. El poeta siempre usa un idioma diferente al que usa el novelista. Cuando llegan al mundo de la literatura García Márquez y todo este boom de la novela hispanoamericana, que viene con otro idioma y expresión más lírica y poética, resulta que el poeta sí sabe escribir la prosa. Es cierto que creo que mi prosa es poética en la mayoría de los casos, aunque no llego al Juan Ramón Jiménez de Platero y yo. Sin embargo ahora, se hace una poesía sin rima, sin ritmo, lineal… para mí eso no es poesía.
P: En ese sentido, su poesía –lejos del concepto clásico- es sencilla y actual, capaz de llegar a todo tipo de público, ¿no?
R: La poesía es la sinceridad, la expresión, la sencillez… La poesía oscura, que se hace hoy y en los últimos años, para mí no tiene validez. Que sea poesía… puede. Pero para mí la sencillez, el ritmo, la musicalidad, el cuidado del idioma, la sencillez… es vigente y lo defiendo siempre que pueda.
P: Sus poemas tratan desde la mitología clásica hasta el hombre actual, pasando incluso por el aspecto rural. Es una poesía muy humana…
Me motiva a escribir la propia vida, la sociedad, el humanismo, nuestras raíces
R: Me atrae el humanismo, la sociedad. Cuando la ésta última es pura, o por lo menos como yo la interpreto, es a través del humanismo e, incluso, una poesía si no religiosa, sí cristiana. Yo he dicho alguna vez que si Cristo viviera, si quisiera, yo sería su amigo más cercano o uno de ellos. Cristo está en la esencia de la vida, pero la esencia que humaniza.
P: Bueno, hablaba antes de Blas de Otero, Miguel Hernández… ¿qué más influencias ha tenido?
R: Hombre, las primeras sin dudas son los clásicos, quizá por eso me preguntabas antes por la mitología. Después, aquel Lorca prohibido, me recala mucho el Romancero gitano, que no es lo que más me gusta de Lorca, pero sí lo que más me influye. También el propio Bécquer. Más actuales: César Vallejo o Gabriel Celaya, también quizá porque de éste último viví más cerca, era el ambiente de la poesía. Con el tiempo parece que esa poesía ya no interesa y desaparece, aunque ahora creo que está volviendo.
P: Y ¿cómo ha cambiado la poesía en todo este tiempo?
R: Es que la poesía evoluciona como evoluciona el sentido social. Si la sociedad va bien, la poesía se eleva empíricamente en esa evolución social; sino, el poeta lleva un instinto de rebeldía y aunque no lo muestre con las manos, sí con el corazón y la inteligencia.
P: En la actualidad, ¿hay algún autor que le haya llamado la atención?
R: Sobretodo Rafael Morales. Después, Pepe Hierro con el que me he llevado muy bien desde que coincidimos en el Ateneo. De hecho, una antología editada en México tiene cuarenta poemas míos y cuarenta suyos. A mí me pidieron publicar una antología con mis versos y dije que sí, siempre que respeten mi autoría, pero nunca me dijeron que fuera compartida con Pepe Hierro. Para mí fue un orgullo, aunque creo que él ya no vivía para entonces.
P: También ha colaborado en prensa como crítico literario, ¿cómo cree que es la labor informativa en este campo?
R: Yo creo que el crítico literario es sincero, pero sólo con ese libro que está comentado. Porque luego hay muchos libros de muy diferentes autores que también merecían esa sinceridad y esa crítica, pero es que con eso pasa como con todo: la amistad, la influencia, la relación social, el poder de una editorial…
P: Por otro lado, en 1997, en su pueblo natal, se creó un Premio de Poesía que lleva su nombre. ¿Alguna vez imaginó convertirse en una persona tan reconocida?
R: Para mí es muy agradable el que se creara ese premio; es el galardón que más estimo; lo más hermoso que ha podido ocurrir. Durante el año pasado no se convocó por culpa de la crisis económica, aunque este año sí y está a punto de fallarse.
P: El pasado 8 de abril presentaba su último libro, Premonición de la esperanza. ¿Qué propone esta vez?
La decepción político-social me hizo escribir un libro en apenas un mes
R: Hace unos años me dio una angina de pecho y aprovechando esa intimidad de contar lo que a uno le pasa, salí con unos seis u ocho poemas del hospital que luego se convirtieron en un libro dedicado todo al corazón. Aproveché que desde México me pedían versos y le mandé tres libros inéditos para que eligieran o seleccionaran lo que quisieran. Estuvieron mucho tiempo en silencio, pero al final les mandé un correo y me dijeron que no me iban a seleccionar nada; que me iban a publicar los tres: el primero de amor -donde también están las raíces-; otro de la gran ciudad -aunque le canto muy poco a Madrid, en esa ocasión lo hice al ambiente social- y el último, al corazón.
P: ¿Y algún proyecto de futuro?
R: Siempre se escribe. Llevaba años diciendo que no iba a escribir más poesía, sin embargo la decepción político-social me hizo escribir un libro en apenas un mes, unos seiscientos versos de todo este ambiente, porque hoy en día, todos los políticos me decepcionan. Todos han robado un montón de dinero, han estafado… Todos.
P: ¿Qué consejo le daría a alguien que se quiere dedicar a escribir hoy día?
R: Que tenga paciencia, que lea mucho y se fije en el significado de las palabras, y que con esas palabras vaya construyendo esa ilusión suya. Si el género del idioma no es bueno, lo que hagas, prosa o poesía, no será bueno; pero sí domina el diccionario, sabe el significado de las palabras en éste, entonces, ahí tiene para hacer el mejor traje histórico.
«Para un mañana
Pensar que el tiempo vuelve,
que regresa con flores
en el viento; que ofrece,
en el viento también,
ese perfume exacto
que enloquece y embriaga;
que son amor los días
y hay un reloj de arena
que marca los segundos
tan sólo la esperanza…
……………………
¡Pensar que el tiempo es nuevo
Para ser más humanos!»
DEL HIERRO, Nicolás. «Para un mañana». Premonición de la esperanza. México. 2013.