Fuente: http://www.laopiniondemurcia.es/cultura-sociedad/2016/05/02/libro-completamente-desnuda-fuera/733614.html
Lleva los mismos pendientes con los que posa como única prenda en la portada de su libro. Son sus favoritos. Ante algunas preguntas sonríe; en otras mantiene el rictus serio de quien está hablando desde una hondura genuina. Verbos por dentelladas (Ravenswood Books, 2016) es el segundo libro de la poeta cartagenera Noelia Illán. En él, la joven escritora sigue caminando por senderos de belleza, arte, sexo, asfalto y contemplación.
¿Las dentelladas son una actitud de ataque o una posición de defensa?
El título sale de una canción de La Cabra Mecánica. Es una imagen que me gusta mucho: cambiar palabras por bocados. De hecho, mi primer libro empezaba diciendo «quieto, ni te muevas, ahora muerdo yo». La dentellada, el bocado, el mordisco, el arañazo? son imágenes que siempre me han gustado mucho.
¿Por qué ese título?
He optado por él porque creo que en este libro hay más crítica que en el anterior, que era más personal. El libro comienza con una parte que se llama Los puntos cardinales, que es de viajes y sirve para que el lector salga fuera para después, hacia el final del libro, poder ver mejor la actitud crítica.
Después de dos libros, ¿ya ha encontrado su voz poética?
No, yo no. De hecho, Verbos por dentelladas no tiene nada que ver con el anterior ni sigue en la misma línea. No hay por mi parte una intención en buscar un tono o una forma de contar. Cuando configuré este libro seleccioné en base a un tono concreto de entre todos los poemas que tenía, pero escribo cosas muy distintas: poemas cortos, otros más largos,?
Una voz heterogénea que nace de todas sus influencias: música, películas, lecturas?
¡Claro! El libro está lleno de referencias al cine y a la música porque lo concibo como lo mismo. Al final, no creo que sea distinto leer un poemario de Luis Alberto de Cuenca a escuchar a La Cabra Mecánica.
Mucha gente, por el contrario, sitúa la poesía en un lugar más elevado que el resto de las artes.
A ver, es cierto que una canción no es meramente poesía. Pero en la música, en una canción de Bunbury o de La Cabra Mecánica, hay poesía, aunque tal vez no poesía con mayúscula. Ese sería el matiz. Obviamente, para mí la poesía es escrita. No me gustan ni los recitales.
¿No?
Me gusta mucho cómo recitan José María Álvarez, Luis Alberto de Cuenca o Antonio Colinas, pero con el tercer poema de cualquier otro poeta desconecto. Que no se ofenda nadie: ¡me aburro hasta de escucharme a mí misma!
¿Qué significa para usted la contemplación?
Eso es algo que no puedes buscar. Tú no vas por la vida buscando momentos memorables. Sí que es cierto que, en mi caso, por ejemplo en Istanbul soy más susceptible de sentir admiración que en Murcia. No es lo mismo estar en Rialto un 31 de diciembre, muerta de frío, y que de repente suba la bruma y dejes de ver el canal que estar en el lugar donde vives. Pero nadie se va a una plaza a contemplar para luego hacer poemas, eso es algo que surge, que se te pone de frente.
Pero sí hay sitios donde la inspiración fluye más.
Para mí viajar es muy importante: ves cosas distintas que te llaman la atención. Cuando pruebas una comida, cuando conoces a gente que te invita a tomar un té? Eso, en mi caso, es más susceptible de ser poesía que cuando en Murcia suenan las campanas de la Catedral. La contemplación uno no la busca, aunque hay que estar atento, eso sí.
Usted disfruta de muchas artes? ¿Por qué entonces la poesía?
Porque los instrumentos de música eran demasiado caros (ríe). En realidad no lo sé. Empecé a escribir siendo súper cría. Yo comencé escribiendo relatos de terror por mis lecturas de Anne Rice. En la ESO me pasé al relato erótico, que me gustaba muchísimo porque me permitía crear una atmósfera. Y ya, en segundo y tercero, con Machado, Becquer, fue cuando empezó todo. Y, de pronto, con quince años llegué a José María Álvarez y me di cuenta de que con un verso se puede expresar muchísimo más que con una página de prosa. ¿Por qué la poesía? No lo sé, supongo que es algo que no se puede explicar. Yo tengo, desde siempre, pasión por la palabra. Por eso soy filóloga.
¿Su conocimiento del latín y el griego tiene importancia para escribir?
En Verbos por dentelladas hay muchísimo de la literatura clásica. Desde los líricos griegos hasta los elegíacos romanos. Catulo, Tibulo, Propercio y Ovidio son dioses para mí. Cuando comencé a leer a los elegíacos ya comencé a escribir otras cosas. Creo que esa es una influencia súper evidente en mí. Sin la formación clásica seguramente este libro no sería nada de lo que es. Es un poso inconsciente, que llevas dentro y que al final sale.
Hay en su libro referencias clásicas, pero también asfalto, noche, alcohol, calle? ¿Cómo hace convivir una cosa con la otra?
Es que somos todo eso. La literatura clásica está ahí porque somos Homero, no hemos superado lo mismo que sintió él, no hemos cambiado desde el siglo IX antes de Cristo. Con móviles o sin móviles, seguimos siendo exactamente los mismos, pero el espacio ha cambiado: no se puede ignorar que una noche te has pillado una cogorza o que te quedas sin batería en el teléfono y para ti es la tragedia del siglo.
¿Qué verso de Verbos por dentelladas sobrevivirá al propio libro?
Hay cuatro versos que me gustan mucho: «Sabed que aquí/en este preciso momento/en este punto exacto de la ciudad/ se vertebra toda mi existencia». Yo diría: «sabed que aquí se vertebra toda mi existencia». Creo que ese sería un buen verso.
Y ahora, en este punto exacto de la ciudad, ¿quién es Noelia Illán?
Una persona que se ha atrevido a sacar un segundo libro con la única pretensión de que la gente lo lea y disfrute. No quiero fama ni dinero. En lo personal, una mujer que empieza a sentirse a gusto porque con 32 años comienza a conocerse. Ahora no me hace falta decir tan alto cómo soy para sentirme bien. En el primer libro se notaba ese tono más guerrero que ya no me importa mantener.
En la portada del libro aparece desnuda, ¿ocurre lo mismo con los versos que contiene?
Totalmente y por eso me daba mucho pudor que saliese. Pero ahí están. Algunas personas me lo leían y me decían que lo sacara. Ahora, al verlo en librerías y pensar que todo el mundo lo puede comprar, sí que me da un poco de pudor. En este libro estoy completamente desnuda por dentro y por fuera.
DANIEL J. RODRÍGUEZ