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Antonio Colinas, Con los años me interesa más la vida y menos lo literario"- España

Fuente: http://www.elcultural.es/noticias/buenos-dias/Antonio-Colinas/6896

Han pasado ya casi cinco décadas desde que Antonio Colinas (La Bañeza, 1946) publicó, en 1969, su primer libro. Y desde aquel Poemas de la tierra y de la sangre, el autor de Tiempo y abismo ha entregado, a casi una media de volumen por año, una obra inmensa que surge toda de un sustrato poético común.

Porque él es poeta y en torno a la poesía -no sólo con poemarios, sino también con estudios, biografías, traducciones- ha construido su copiosa obra, y porque viene a reconocérsele precisamente esto, una carrera larga y de gran calado literario, este Premio de Las Letras Teresa de Ávila cobra especial importancia para él. Pero también, dice, porque viene de su comunidad ("de mi tierra, en donde están mis raíces y las raíces de mi obra") y porque llega en nombre, además, de aquella mística pionera llamada Santa Teresa de Jesús.

Pregunta.- El jurado ha destacado por un lado su proyección internacional y, por otro, su compromiso con su tierra natal.
Respuesta.- Me alegra lo que han dicho, porque creo que resume muy bien el objetivo de mi obra. Esa proyección internacional nunca ha evitado que yo sea una persona comprometida con mi espacio y con mi tiempo. Por esa razón aposté, hace tiempo, por regresar a mi comunidad, a Salamanca. Pero al mismo tiempo, esa proyección no ha de ser, o al menos no sólo, una cuestión de presencia en otros países, sino también un modo de hacer y concebir tu obra. Yo siempre he buscado proyectar mis raíces a través del diálogo con otras culturas y también con otras formas de conocimiento que no son las estrictamente poéticas.

P.- La obra de Santa Teresa de Jesús, como la de los otros místicos, es muy importante para usted, ¿no es así?
R.- Sí, la mística en general, no solo la cristiana, sino también la de Oriente. Para mí, Santa Teresa es una autora muy sugestiva, una excelente escritora, pero sobre todo una mujer valiente y luchadora. En todas las místicas hay, por lo general, grandes poetas, y creo que, para alguien que escribe poesía, es indispensable conocer esos terrenos.

P.- Hace poco se ha anunciado que se traducirán al árabe las obras de la Santa.
R.- Es una gran noticia, pues su obra es absolutamente universal. Uno se da cuenta de su importancia en la relectura, pues no para de descubrir cosas nuevas; su obra está cargada de intensidad, de hallazgos, siendo a la vez popular y natural.

P.- Cincuenta años publicando. ¿Le ha resultado difícil mantenerse fiel a su voz?
R.- Pues sí y no. Es cierto que yo sentía desde joven una voz y a esta voz procuré darle forma, proyectarla en la escritura. He sido fiel a esa voz, aunque a veces ha sido difícil, eso siempre es difícil, y ha habido momentos duros. Ser fiel a una voz poética es en el fondo lo que se conoce como vocación. Pero es inevitable cambiar. Mi mayor evolución se ha dado en lo referente a mi visión de la creación, pues con los años se ha intensificado la vida y quizá valoro menos el aspecto meramente literario, el oficio. Me refiero a que para mí la escritura va unida a la vida y esa idea se ha ido intensificando, sobre todo en los últimos cuatro o cinco libros de mi poesía,y, más que en todos, en el último.

P.- Canciones para una música silente, que ya desde el título recuerda a la música callada de San Juan de la Cruz. Otra vez la mística.
R.- Sí. La música silente es una música que no se oye, que no se escucha pero que sentimos. Una música interior. Es esa voz a la que antes me refería antes, esa voz que nos guía y a cuya música el poeta tiene que dar forma a través de la escritura. Esa música también alude a otra de las características primordiales de mi poesía, que es el sentido órfico de la misma. Yo valoro mucho el ritmo, la musicalidad del verso, que es, en mi opinión, la condición primera de la poesía.

P.- La armonía es también otra de sus constantes búsquedas, sobre la que llegó a publicar un libro de aforismos. ¿Es posible definir la armonía?
R.- Según lo veo, la armonía no nos remite a un estado de pasividad o fantasía, sino a un estado de plenitud que viene después de las pruebas, de las dificultades.

P.- ¿Sigue a los poetas jóvenes? ¿Reconoce en ellos rasgos de los que definían, hace cuarenta años, a su generación?
R.- Los momentos son muy distintos... cuando yo comencé a escribir había corrientes estéticamente muy fijas. Salíamos de la poesía social, del neoclasicismo de posguerra, y leíamos a los poetas del Cincuenta, pero los veíamos desprovistos en algunos casos de intensidad. A mí de este grupo me interesaron mucho Claudio Rodríguez y Francisco Brines. El fenómeno de los novísimos, con el que yo estoy a tono en determinados momentos, estalla en aquel contexto. Creo que fue muy útil aquella búsqueda de una mayor sensibilidad poética, de un lenguaje más imaginativo, más rico, sin fronteras. Esto se logró, en parte, haciendo unas lecturas más radicales de lo que había. Luego ha habido más o menos dos décadas en las que se regresó a un poema realista, sencillo, fotográfico. Pero desde hace cuatro o cinco años yo observo que hay un regreso a la libertad de escribir. Que se regresa a la cultura, en poesía a lo metafísico, se regresa también a la realidad, a una realidad muy novedosa en la que influyen las nuevas lecturas que hacen jóvenes. Hay muchos caminos abiertos en estos momentos, que es algo que a mí me parece muy provechoso.