Fuente: http://www.larioja.com/culturas/201410/04/vino-siempre-sido-acompanante-20141004005822-v.html
Hace veintiocho años José Manuel Caballero Bonald apadrinó la 'Antología de poesía en La Rioja (1960-1986)' con un prólogo en el que estableció una «conexión sensorial entre mi historia privada de visitante a La Rioja y la historia de la poesía riojana de hoy».
Ya entonces había publicado 'Breviario del vino' (1980) y una novela sobre la vendimia, 'Dos días de setiembre' (1962), pero aún no era Premio Cervantes (2012). Nacido en otra tierra de vino, Jerez de la Frontera, en 1926, a un mes de cumplir 87 años tomó un 'gin tonic' antes del acto literario de ayer, en el que amplió aquel lazo de unión participando, junto a Antonio Lucas y Olvido García Valdés, en la IV Jornada Nacional de Poesía y Vino de Vivanco.
¿Qué recuerda de su apadrinamiento de la antología de poesía en La Rioja del año 1986?
Del «Mecenas horaciano» al 'Don de la ebriedad' de Claudio Rodríguez
Recuerdo que vine a Logroño, aunque no pensaba que fuera hace tanto, con Luis Martínez de Mingo, que fue quien me invitó, y estuve con algunos otros poetas en el Café Bretón. Creo que fue mi primer viaje a Logroño, porque años después fui al Ateneo y luego ejercí de jurado en un premio de novela histórica.
¿Qué opina de lo que se encontró aquí, del ambiente literario local?
Me sorprendió. La conexión para conocer a los poetas fue Manuel de las Rivas. Y Martínez de Mingo. Conocí a algunos que desconocía.
¿Mantiene la relación con ellos?
Con Luis Martínez de Mingo, sí. Él me entrevistó alguna vez y me mandó el original de una novela que había escrito, no sé qué habrá pasado con ella. Viajé a Logroño con Luis, en su coche, y fue algo accidentado, el vehículo se paró varias veces. No recuerdo ahora por qué pero sé que tardamos mucho en llegar de Madrid a Logroño.
Uno de sus últimos libros es 'Entreguerras', una «autobiografía poética». ¿Debería ser esto algo normal en un poeta?
No sé si es exactamente una autobiografía, en todo caso, sí es una penetración en la memoria a través de hechos aislados, de fragmentos de vida que fui recomponiendo en contra de mis hábitos más usuales. Tardé muy poco tiempo en escribir este libro, apenas dos meses, fue una especie de invasión, una ocupación violenta de la memoria.
Pero en verso, que no es habitual en las autobiografías.
No es una autobiografía, es la memoria. Toda mi poesía, y parte de mi obra narrativa, se basa en la memoria y, a través de ella, construyo e invento. En este caso es así, recuerdo, de pronto, hechos vividos, experiencias, peripecias, amores, desamores, etc. Y también hay crítica social y política, indagación en la personalidad. Es un torbellino.
Ya solo su 'Breviario del vino' es un 'leit motiv' para participar en la Jornada Nacional de Poesía y Vino de Vivanco. ¿Cómo concibió este trabajo enológico?
Fue un encargo. Siempre, por familia, he estado muy vinculado al mundo del vino de Jerez. Me encargaron ese libro, que ha tenido bastantes ediciones, la última de Seix Barral, muy retocada y ampliada con, por ejemplo, 'Los viajeros europeos en España y el vino' a través de la historia. Los viajeros románticos, sobre todo. Y el mundo bíblico, que es fundamental. La Biblia está repleta de referencias al vino.
¿Quién le encargó esa obra?
Una editorial que desapareció hace ya muchos años. El editor se llamaba Gregorio del Toro. La primera edición fue muy fea. Luego ha tenido seis o siete ediciones en distintas editoriales, aunque la última es la más completa. No deja de ser una especie de juego de un aficionado no solo a la historia del vino sino también a su consumo.
También abordó la vendimia en 'Dos días de setiembre', su primera novela. ¿Por qué razón?
Esa novela es una aproximación crítica al mundo de las bodegas de Jerez, al episodio de la vendimia durante dos días de septiembre, a los desajustes morales...
¿Cómo se vivía allí la vendimia?
De una forma muy distinta. El arraigo con la tradición era patente. Había unas ceremonias en las viñas que ya desaparecieron. Ahora la vendimia está mecanizada, es otra cosa. Las vendimias de mi juventud tenían vendimiadoras que llevaban la uva al almijar, que era un terreno delante del caserío donde se soleaba. Pero todo eso ya desaparció.
Como bebedor, ¿prefiere los vinos de Jerez o los de Rioja?
Soy muy aficionado a los viejos, olorosos y amontillados de Jerez, que son vinos nobles, y a ciertos crianzas y reservas de Rioja. Los bebo a diario, comiendo.
¿Cómo concibe usted el vino?
Vivir sin vino es un grande desatino, decían los clásicos. El vino siempre ha sido un acompañante fiel del hombre. Creo que la historia del vino es también la historia del hombre.
¿Le inspira el vino a escribir?
No. Cuando yo he bebido no he podido escribir. Algunos compañeros bebían antes pero yo no podía hacerlo. Si bebía, al día siguiente me arrepentía. Solo bebía con la noche por delante.
¿Cree, entonces, que el vino es una bebida ceremonial?
Es un placer sensorial. Hay que paladearlo. Y también tiene un matiz social. Nunca he bebido solo, siempre en compañía, entre amigos.