Dylan Thomas, la voz de la poesía

Fuente: https://lalineadefuegodig.com/2016/06/12/dylan-thomas-la-voz-de-la-poesia/

Lea los poemas que le gusten. No lo preocupe el que sean “importantes” o perdurables. Después de todo, ¿qué importa lo que la poesía es? Si quiere una definición de poesía, diga: “Poesía es lo que me hace reír o llorar o bostezar, lo que hace vibrar las uñas de mis pies, lo que me hace desear hacer esto, aquello o nada” y conténtese con eso.

Lo que importa con respecto a la poesía es el placer que proporciona, por trágico que sea. Lo que importa es el movimiento eterno que está detrás de ella, la vasta corriente subterránea de dolor, locura, pretensión, exaltación o ignorancia por modesta que sea la intención del poema.”

Así intentaba explicar Dylan Thomas qué era para él la poesía después de que, en el verano de 1951, un joven de veintiún años que trabajaba en una tesis sobre el poeta le preguntase sobre cinco cuestiones fundamentales en su obra. La última pregunta, a la que responde en parte en el párrafo anteriormente citado, era su definición de poesía.

Puede despedazar un poema para ver qué lo hace técnicamente rico y al tener ante sí la estructura, las vocales, las consonantes, las rimas y ritmos, decirse a sí mismo: “Sí, es esto. Por esto me conmueve el poema. Por la artesanía”. Pero está usted de vuelta en donde empezó. Otra vez se encuentra con el misterio de haber sido conmovido por las palabras. La mejor artesanía siempre deja agujeros y grietas en la estructura del poema de manera que algo que no está en el poema pueda arrastrarse, deslizarse, relampaguear o tronar.

dylan thomasFue un autor precoz para todo. A los cuatro años recitaba a Shakespeare de memoria. A los 16 comenzó a trabajar como periodista en el South Wales Evening Post. Antes de los 18 ya había abandonado este trabajo para dedicarse al teatro y seguir su carrera periodística de manera independiente.

En 1934, a los 20 años, empezó a publicar sus primeros poemas en The Listener, aglutinados poco tiempo después en un pequeño poemario titulado Eighteen Poems.

A los 39 murió. Las causas de la muerte, como las de todos los grandes poetas, están sin esclarecer. La autopsia afirmó que la causa inmediata de muerte había sido una inflamación del cerebro causada por la carencia de oxígeno que acompaña a la neumonía, pero hay quien asegura haberle visto borracho antes de caer a las vías del tren, quien cree fervientemente que arrastraba una depresión desde su juventud, cuando su primera mujer, Rose Souther, y su hija, Esther Thomas Souther, murieron ahogadas, pese a que ninguno de sus familiares y amigos cercanos corroborasen esta parte de su historia.

Lo cierto es que la noche anterior a su muerte se encomendó a la tarea de acabar con las existencias de alcohol de la White Horse. Probablemente desde allí anduvo hasta las vías del tren, donde sopesó tirarse o dejarse caer. El de escritor es uno de los oficios con más tasa de muerte por suicidio del mundo, ya se sabe. En su camino encontró a una muchacha a la que le dio una copia de su último libro que llevaba encima. Un escritor muere sabiendo que es escritor. “La alegría y la función de la poesía es, y ha sido, la alabanza del hombre, que es también la alabanza de Dios”, escribió.

Le trasladaron al hospital St. Vincent’s de Nueva York, donde entre la inconsciencia, como los grandes, llegó a decir sus últimas palabras, aunque no fueron para nadie en especial. Tampoco para nadie en general. “He tomado 18 whiskys seguidos y creo que es un récord”.

“La poesía debe ser tan orgiástica y orgánica como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no privada, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo”

Thomas había conseguido algo por lo que después lucharía la generación beat e incluso se reivindica hoy día: que la literatura, en concreto la poesía, volviese a su estado originario: a la oralidad. Él sólo vaticinaba el mito llenando auditorios que recibían al poeta como una estrella de rock con su voz cautivadora, grave y rasgada que más que recitar cantaba las palabras, arrastrando unas con otras. “Do not go gentle into that good night...”.
Por Carmen Sánchez