Fuente: http://www.eluniversal.com.co/cultural/de-pandillero-poeta-laureado-193771
Una mujer con tatuajes en la cara se le acerca al poeta laureado Luis J. Rodríguez al final de una presentación en un barrio predominantemente latino en Los Angeles.
La mujer, de menos de 30 años, le dice que había ido a verlo porque se sentía identificada con él tras leer su libro autobiográfico "Always Running", donde Rodríguez habla de su transformación de pandillero destinado al fracaso a poeta y novelista. Le cuenta que era pandillera y que le gustaba escribir, que quería escuchar su historia y mostrarle sus poemas.
Tras verla visiblemente atribulada, Rodríguez la anima a hacer lo mismo que él: escribir su historia.
"Creen que lo que han escrito no tiene valor, pero sí lo tiene", dijo Rodríguez durante una entrevista reciente con The Associated Press. "Yo pensaba que lo que escribía no tenía valor y mira donde estoy".
"Alguien vio algo en mí en el pasado", añadió. "Ahora tengo que ser agente de esperanza para otros".
Dar un poco de esperanza es algo que Rodríguez viene haciendo desde hace cuatro décadas, cuando cambió las pandillas por la pluma.
El autor de 60 años dejó las pandillas y las drogas tras haber lastimado a su esposa e hijos con su vida autodestructiva. Su hijo mayor también se convirtió en pandillero; pasó 15 años en la cárcel.
Apoyado en su pasión, el verso y la prosa, comenzó a cambiar su vida en los años 90, declamando durante la época de las presentaciones poéticas, o slam poetry.
Luego agregó el activismo a su carrera, que también incluye periodismo.
"La biblioteca fue mi refugio", dijo al recordar la temporada que pasó viviendo en las calles de Los Angeles. "La realidad de las calles desaparecen cuando lees libros".
Su vida está plasmada en sus memorias "Always Running: La Vida Loca, Gang Days in L.A.", "It Calls you Back", así como en los libros de poemas "The Concrete River",
"Poems Across The Pavement" y "Trochemoche". Algunos de los temas centrales de su obra son las pandillas, las cárceles y la vida callejera, así como la identidad y la inclusión.
"Me siento obligado a escribir poesía e ir con la gente y crear espacios de convergencia. Me siento obligado a devolver lo que he recibido. Si es que Dios tiene un plan para mí, ese es el único plan que creo que es para mí: saber que voy a hacer buenas obras", dijo.