Fuente: http://www.diariosur.es/opinion/201504/20/poesia-como-eternidad-20150420010608-v.html
La madurez de mis treinta era eso: ver cómo dejan la tierra tus mentores, tus amigos. Todas esas personas que en un momento u otro, sin otro motor que la bonhomía, estuvieron ahí, en un momento crucial para ayudarte a ser quien eres.
Gente en el buen sentido de la palabra buena que dejan este valle de lágrimas y todo es, desde entonces, más frío y más gris. La Literatura, y lo sufro en carnes propias, es un terreno abonado para navajeros y trapacerías; por un lado campan los egos, por otros los talentos, y siempre hay una voluntad de acabar con lo nuevo. Pero la Literatura, como la vida, también nos deja autores que han llevado el arte y la humanidad cosidos a las habitaciones últimas de la sangre, y ahí estuvo el gran Diego Medina, que se nos ha ido en este abril agosteño, en este abril que ciega de sol y llama más al romance que a la melancolía.
Y sí, abril es el mes más cruel como le leímos a Eliot. Y cantará por mayo la calandria, pero ya Diego Medina no andará dándonos aliento a los nuevos desde 'Monosabio', y las letras malagueñas vocearán entre los ecos, y hasta habrá jóvenes letraheridos, juanramones de mañana, a quien nadie irá ya a prestar el oído sabio y cantor que tuvo Diego Medina.
Fue Diego Medina quien hará ya seis años, o cinco, o cuatro o siete, me animó a publicar con él mi 'Año de la rubia'; yo hice aquellas prosas poéticas por declarar mi amor infinito a una musa concreta, pero también a una generación que, era la mía, y a cuyo botellón quise yo ponerle un poema en prosa. Diego Medina lo leyó y lo publicó, con la seriedad del editor y el tiento de quien sabe que lo que se escribe, si se escribe de verdad, lleva cuarto y mitad de entrañas y un kilo del alma. O el alma entera.
Quisiera yo despedir a Diego Medina con una poesía elegíaca, al amigo y al maestro, pero sé que su hijo Diego lleva el alma y el luto, y que el ánima del adiós a él le bate las vísceras, y como es uno de los mejores poetas de mi generación ha sabido poner esto del dolor en negro sobre blanco: «Mi padre es la hora y la madera, la raíz que sumerge al tiempo con la carne./ Mi padre estará en mí cuando yo muera /y yo estaré con él en otras vidas, en los versos sembrados de las páginas/ sombreando el camino, a todas horas, o para siempre».
El adiós duele, amigo Diego, pero las letras, ay las letras, dejarán huella jonda de ti en cada recital, en cada verso en el que tu hijo recuerde algún poema tuyo, alguna lectura tuya, alguna anécdota que ilustre que los genios podéis ser buenos y humildes aunque el idioma os haya elegido para refulgir y prestigiarse.
Cada vez que alguien diga Málaga y diga poesía se te traerá a este estado inconcreto e inmortal del poema. Sé que te lloran desde los azulejos del Pimpi a las imprentas, de las pruebas tipográficas a tus libros más queridos, pero el tiempo es una mera dimensión a la que combatiremos siempre desde el batallón de tus palabras.
Ya sabes, donde estés, que mi gratitud es eterna, y que tu hijo lleva ya hechuras de genio y porta esa chispa que no se consume: el fuego de la poesía, intangible pero insustituible. Como Dios, como la belleza.
JESÚS NIETO JURADO