Cuando Mercè Rodoreda cogió los pinceles

Fuente: http://www.lavanguardia.com/cultura/20160628/402807160456/merce-rodoreda-cogio-los-pinceles.html

En enero de 1939, ya con las tropas franquistas a las puertas de Barcelona, Mercè Rodoreda decide huir, dejando a su hijo –de un mal matrimonio– y a sus padres. Primero al Mas Perxés, que también albergó a Lluís Companys y parte del patrimonio artístico salvado de la guerra. Después, a Perpiñán, Toulouse, París y Roissy-en-Brie, donde la escritora inicia una relación, torturada, con Armand Obiols (Joan Prat), que seguía casado con la hermana de Francesc Trabal.

En 1943 sufre la operación de un ovario en Limoges, se instala en Burdeos con Obiols y en 1946 se instalan los dos en París. Rodoreda –“no tengo tiempo para hacer nada que sea demasiado largo, ni que me absorba demasiado”– se siente incapaz de escribir novela y se refugia en la poesía, con la que ganaría varios premios convocados por el exilio catalán. Cuando Obiols marcha a Ginebra, como traductor de las Naciones Unidas, Rodoreda empieza a pintar, una de sus vocaciones de niña, “como tener una casa de modas o una casa llena de pollitos”. Sus pinturas, acuarelas, aguadas, collages y dibujos han sido reunidos por la Fundació Mercè Rodoreda en el volumen sexto de sus obras completas, catalogado por Muriel Rosa Villanueva. Se han catalogado 229 obras, “pero sabemos que no son todas, por lo que esperamos que quien tenga alguna se ponga en contacto con la fundación y las incluiremos en una nueva edición”, dice Josep Massot i Muntaner, presidente de la entidad.

El exilio en París no es fácil. En 1948 había visitado por primera vez Barcelona desde el fin de la guerra y regresa deprimida: “Tot s’ha buidat de mi”, escribe. En París, “trabajo hasta el embrutecimiento para mal vivir. Hago camisas de dormir y combinaciones para un almacén de lujo”. A pesar de que el dolor en un brazo hace que la pluma se le caiga de los dedos, puede coser a máquina –a la que desea ver en llamas. En su poesía evoca los muertos y las flores, las flores que son desde su infancia su gran símbolo. En un cuaderno de notas, hace una lista de nombre de flores que después enlazará en un poema como si fuera un gran ramo: “carolina, tarangina, xeringuilla, bola de neu, fucsia, rosa, clavell, moc de gall, orella de porc, flor de cera, glicina, violeta, lilà, llesamí, garlània, camèlia, magnòlia...”. En pintura también. En Jardí vora el mar escribe: “La señorita Eulàlia se había vuelto pintora. Hacía una pintura rara. Pintaba incluso gente, pero pequeña, y siempre estaba lejos. También pintaba flores. Las hacía tal cual eran, les contaba las hojas para que no faltase ninguna, y a pesar de ello no le quedaban como las flores de verdad. No sé si más bonitas o no tanto..., es algo que no se puede explicar. Como los colores, que parecía que tuvieran luz por dentro”.

Imagen de una de las cartas inéditas de Mercè Rodoreda (Proco S.A. - Proco S.A. / .)En ellas explicaba a Joan Prat (Armand Obiols) los cuadros que pintaba (Proco S.A. - Proco S.A. / .)

JOSEP MASSOT