Fuente: https://www.laopiniondemalaga.es/libros/2025/01/04/poesia-genocidio-coreano-113109449.html
La escritora Han Kang, galardonada con el Premio Nobel, aparece en las librerías españolas con una de sus novelas más sociales y a la vez sensibles, ‘Imposible decir adiós’, que rescata Random House muy oportunamente
No siendo muy prolífica su aparición en las librerías españolas, ‘Imposible decir adiós’ es más que un libro con el que descubrir la poética prosa de la escritora surcoreana Han Kang, a la que se conocía sobre todo en nuestro país por ‘Vegetariana’. Podrían escribirse párrafos y párrafos sobre la extraordinaria manera en que la autora galardonada con el último Premio Nobel consigue ganarse la atención, el lagrimal y hasta la trinchera en la que alinearse en la compleja encrucijada en la que sitúa esta novela, con mucho de denuncia social, sobre la masacre de Jeju, uno de los episodios más sangrientos y lamentables de los prolegómenos de la Guerra de Corea y que con la eterna fricción Seul-Pionyang sigue lamentablemente de actualidad de alguna forma.
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Habría que recordar que la novelista ya despuntó en la literatura universal con Human Acts, donde el mismo tema que vocifera en este quedó como una proclama contra los abusos del poder y la necesidad de que la literatura también catalice los fantasmas colectivos a modo de catarsis. Ella misma ha manifestado recientemente sus miedos a episodios como los sucedidos en su país con la declaración de la Ley Marcial de tan solo hace unas semanas y que dio una medida de la fragilidad de algunas democracias que creíamos desde la distancia que estaban blindadas por su cariz occidentalizante.
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En este caso, la historia parte de un sueño desasosegante de la protagonista que cree que está conectado con una historia real y terrible ocurrida en Jeju en 1948, una isla al sur de Corea del Sur, en el que se produjo un acto de genocidio poco conocido a nivel global, que sobre todo enfrentó a los intereses de EE.UU. y China, y que se saldó con el exterminio de entre 30.000 y 60.000 civiles por supuestas concomitancias con el comunismo.
.Gyeongha, que así se llama la protagonista de esta novela, se pone en comunicación con su amiga Inseon, que vive cerca de donde sucedieron los hechos y tiene una historia familiar de mucho sufrimiento al respecto. A ella le encarga que trabaje en la elaboración de una especie de instalación de grandes dimensiones que recuerde a las víctimas. En esas, esta amiga, que también es documentalista, sufre un accidente casero en la manipulación de los materiales para la obra artística pensada y Gyeongha va a tener que ir a su casa, mientras la otra queda hospitalizada, a cuidar de su mascota, una cotorra. Lo que da una medida de los grandes lazos de amistad de ambas.
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Al llegar a la isla, una tormenta de nieve sorprende a esta y tendrá que luchar contra los elementos, por la supervivencia del pájaro y contra la memoria de aquella casa para poner en pie las dificultades internas del proyecto artístico y el dolor que se esconde tras el genocidio planeado de aquellos días y que atraviesa de lleno la vida de Inseon.
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Tras este detallado punto de partida sería casi rozar el espoiler aportar sobre la resolución de la historia que en ella la realidad juega con la ficción y por momentos no sabemos si la historia está siendo contada por espíritus y la propia narradora en primer persona ya no se encuentra entre los vivos, o su amiga ya ha dejado de respirar en el hospital. Y el diálogo mantenido con la misma es también con un espectro. Lo que va a ocurrir en la casa llena de recuerdos y con una nieve que simboliza la desmemoria se interna en un episodio propio del realismo mágico, colmado de poética en la manera minuciosa en la que Han Kang es capaz de describir la composición física de un copo de nieve, con los juegos de luces, con el piar de pájaros en la noche y trasladarnos en definitiva demasiados símbolos sugerentes de cómo el tiempo trata de amortiguar el dolor sin conseguirlo.
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Hay que reconocer que agarrar estos días un libro como este y ver el siniestro del avión de Jeju Air, en el mismo país de Han Kang, y que se supone que toma la protagonista en un momento determinado, no hace más que acrecentar la máxima de que la realidad se empeña en introducirse siempre en la ficción o al revés y en este caso conectar esos dos vasos comunicantes que Cervantes pusiera al mismo nivel en su descubrimiento de Don Quijote. Han Kang conoce esa alquimia de lo fantástico hasta hacernos creer que estamos en una especie de Comala juanrulfiana, donde lo importante no es quién está respirando si no qué está contando, qué gota de sangre está tratando de que no se derrame más y de alguna forma enseñe el camino a la humanidad a la confraternización.
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Básicamente el tema de ‘Imposible decir adiós’ es la memoria. La necesidad de recordar para construir dignamente el futuro de forma colectiva y no olvidar las heridas del pasado por muy tormentosas, ignominiosas o incómodas que puedan parecer, pues en este caso la situación del tablero geopolítico mundial pudieran señalar como algo inoportunos estos rescates de episodios, donde el pasado colonial estadounidense no queda bien parado. Y lamentablemente nos sigue trayendo a la memoria su insensible intervención en otros conflictos internacionales de radiante actualidad.
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En cambio no es el oportunismo de una novela social, de denuncia, lo que proyecta a una de las mejores narradoras mundiales del momento. En sólo doscientas y pocas páginas la surcoreana es capaz de manejar con una precisión asombrosa el trauma psicológico de las víctimas. Los daños reales en el individuo y coserlos con la divina aguja de la imaginación para confeccionar un traje que deslumbra por el sufrimiento que muestra pero también por los valores que enarbola; la solidaridad, la amistad, la necesidad de la verdad, la importancia de los medios de comunicación o el feminismo.
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Y en este punto, es muy necesario decir que casi toda la trama se proyecta a partir de una sensibilidad especial de mujer que representa con especial virulencia la violencia humana, la crueldad que a veces se inocula en las guerras y que viene a cebarse históricamente con los seres más débiles de una manera más clara y pertinaz. La relación entre madre e hija va a ser otro de los ejes sentimentales de esta pesadilla de la memoria histórica coreana. Su sencillez y profundidad a la vez que el uso de manera muy equilibrada de lo personal-colectivo, lo poético y lo periodístico la convierten en una autora para públicos amplios y a la vez exigentes.
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Por Francis Mármol