Clementina Arderiu. "El espíritu vive de lo que el cuerpo le lleva"

Fuente: https://elpais.com/quadern/literatura/2024-11-24/clementina-arderiu-lesperit-viu-dallo-que-el-cos-li-duu.html

La poeta nació en una familia de joyeros y tenían tienda en la calle Avinyó, pero ella no quería ser tendera, tenía alma de artista.


“Ama del pensamiento,/ divina ¡Melancolía!”, cantaba Clementina Arderiu, que vivió de 1889 a 1976; su familia eran joyeros y tenían tienda en la calle Avinyó, pero ella no quería ser tendera, tenía alma de artista: el joven poeta Carles Riba (1893-1959) la estuvo cortejando y acabó casando en 1916. Hacía pocos años que había empezado a publicar ella en revistas y en alguna antología. En el mismo 1916 saca el primer libro, Cançons i elegies . Ya en 1917 la elogia Josep Carner. Clementina Arderiu, como su marido y cuanto más de cuatro autores de su tiempo, es católica, creyente y practicante: esta ideología o idea o, como dice ella, esta fe, en principio, tal y como la presenta, no me repugna: durante la guerra española hace una oración (“Ruego en la guerra”) que podríamos suscribir: “Perdón/ de las victorias,/ de las derrotas,/ de las batallas/ perdón,/ Señor!// No me estremece/ la Muerte apenas:/ vivir me asusta./ Perdón,/ Señor.// El mundo que hicisteis/ no te contenta,/ y ahora lo querríais/ mejor,/ Señor?”… Quizás sólo en el último libro, La esperanza, todavía , de cuando ya tiene 80 años, recupera algunos poemetes que se pueden considerar beats.
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Clementina Arderiu era madrina del poeta Pau Riba, que quiere decir que le acompañó cuando le bautizaban, y después, cuando su nieto tenía siete u ocho años y le hicieron hacer la primera comunión, le dedicó u ofrecer un poema, “ Ofrenda”, en la que le ve como un tinte, como un brote, del “tronco que nos ata”, que puede ser la familia en sentido amplio o, más específicamente, puede ser el tronco de poesía que viene del abuelo Carlos y que viene de la abuela Clementina y que continuará con el poeta cantador Pablo: ella que le había bautizado, ahora cuando hace la comunión dice: “Señor, se lo vuelvo a ofrecer, / lo hemos pulido como una estrella./ Que del cirio del bautizo/ en la luz pequeña y fina/ ya lo veía como lo veo,/ Señor, que le soy madrina:/ como un flan de nuestro añoramiento/ y un cerro en el tronco que nos ata:/ devuélvanoslo todo Amor,/ hecho todo él Amor y Espiga”.

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Ahora ya sabemos que el vaticinio se ha cumplido, y más si vemos esta Espiga llena de grano, de alimento, para todos nosotros. A su manera Pau Riba respondió, amorosamente, al musicar y cantar cinco poemas clementínicos, en la cara A del disco De Riba en Riba (en la cara B hay poemas del abuelo Carles), acompañado por el conjunto del Taller de Músicos dirigido por Xavier Maristany y con Quico Samsó en la batería.

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Una de las que más me gustan, del disco, es la “Canción del día inútil”: la música de blues con la que la canta Pau Riba cuadra perfectamente con la inutilidad del día inútil: “Este día que fina, que fina/lentamente , como la lámpara en el vaso,/ no me llevó la alegría divina,/ ni de mí haga poco de caso”. En la segunda estrofa, con un bello juego de consonantes, Clementina Arderiu se atreve a pintarlo así: “Me dejó dentro de la cámara profunda/ como un fótil inútil y viejo,/ entre los muebles que me hacen la redonda/ y las moscas que me buscan la piel”.
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Uno de los poemas de Arderiu cantados por Pau Riba es la “Canción del riesgo” (que forma parte de una sección que se llama “Sentimiento de exilio”): “Si vivo no vivo./ El amor del riesgo,/ ¡cómo me apetecía!”, donde este “si vivo no vivo” de entrada no debe entenderse como la cosa mística del “cómo vivo, pues por tanto no vivo” –lo de “muero porque no muero”–, sino en el sentido catalán del “si cae no cae”, de estar a punto de vivir y de no vivir, que es una construcción, o situación, que gusta mucho en Clementina Arderiu: en sus versos encontramos, ahora con coma y ahora sin: “si osas, si no osas”, “si vendrá, si no vendrá”, “ahora lloras, ahora ríes”, “si te comiera, si no te comiera”, “si era necesario no hacía falta”, “si osas si no osas”… En la “Canción del riesgo” la expresión sale cinco veces sin coma y una con coma, como si los primeros cinco veces viviera en este riesgo de vivir o no, y en el otro ya pensara que ese vivir efectivamente no es vivir.
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En el poema “De la libertad” el título va sin interrogantes, como se ve en la Revista de Catalunya número 95 (París, 1940): ella se ve, de adolescente, corriente, y esta visión “de libertad es una estampa/ grabada en el fondo del corazón”, y es preciosa.
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En el diccionario en diez volúmenes de Joan Coromines , entre los derivados de temblar se encuentra el adjetivo temblor, y para ilustrarlo cita un pedazo de un poema de Clementina Arderiu, “la heroica y magistral compañera del maestro Carles Riba”, cuando de hecho es un adjetivo que utilizan muchos autores, empezando por el propio Carles Riba en la Odisea , y también Sagarra, Bartra, Liost, etcétera. Pero Coromines prefiere citar a Arderiu; primero, porque el poema se llama “Exili” y trata de eso, y entre otras cosas representa la añoranza con la imagen de una palmera barcelonesa y casera: “Tembladizas/ manchas de sol/ por todo lo alto/ de la palmera/ (…) Columpia, palmera,/ el aire sutil!”; y, en segundo lugar, porque me imagino que Coromines la conocía, y sabía del carácter heroico de la mujer que se exilió en Francia con un adulto y tres adolescentes (dos hijos y una hija) y quería dejar su testimonio y un elogio . Glicina, pino, higuera, palmera, violeros de su casa: ella misma se reivindica barcelonesa, desde el exilio, y sitúa el recuerdo explícitamente en Sarrià, donde vivían antes de huir a Francia. Al casarse, primero alquilaron una casita arriba arriba de la colina del Putget (y no Putxet, como lo escriben bárbaramente los del nomenclátor barcelonés); después pasaron a una casa de Sarrià y, pasados ​​los años del exilio, vinieron a un piso de la avenida República Argentina, frente al puente de Vallcarca.
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Clementina Arderiu es una mujer fuerte que no tiene miedo, tampoco, de mostrar los momentos de debilidad (“Pero veo en la sombra negra/ cómo me fallaba el deseo:/ mea culpa que quisiera/ ostentar encima del pecho./ Ya no me dirán mujer fuerte/ —yo misma no me lo digo”). Pero de entrada, en el primer libro, en el poema “Prefigurant” (que como tantos de los suyos tiene un aire de canción), ya se había definido así: “Ya no soy la doncella miedosa/ que busca la espluga/ para hacer -se un calor;/ soy la mujer que se siente toda fuerte/ al paso de la puerta/ y vigila y sonríe”.
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Por Enric Casasses