La poeta y filósofa malagueña acude al Aula de Cultura de SUR para celebrar el 20 aniversario de su libro 'Matar a Platón'.
«Fue una sorpresa». Así recibió Chantal Maillard la invitación del periodista Alberto Gómez para celebrar el vigésimo aniversario de 'Matar a Platón' en el Aula de Cultura de SUR, organizada por este periódico en colaboración con la Fundación Unicaja y Cervezas Victoria. La poeta malagueña, nacida en Bruselas, no recordaba que ya habían pasado dos décadas desde la publicación de aquel libro, que supuso un punto de inflexión en su obra y la convirtió en la segunda mujer de la historia en recibir el Premio Nacional de Poesía.
Todo comienza con un accidente: un hombre es aplastado por un camión. Los curiosos se agolpan a su alrededor, circunstancia que Maillard utiliza para declarar la guerra a los conceptos, a las grandes palabras y el orden establecido, todo aquello que amortigua las reacciones más viscerales de quienes asisten al espanto. «El orden nos exime de ser libres», escribe la también filósofa para explicar la escena: un hombre apunta que ese tipo de accidente es más habitual de lo que parece y su acompañante deja de temblar: «A punto estuvo de creer que algo / anormal ocurría, / algo a lo cual debía responder / con un grito, un espasmo, / un ligero anticipo de la carne / ante la gran salida, pero no: / aquello es conocido y ya no la involucra».
Las ideas, defiende Maillard, desplazan la emoción. De ahí su empeño en matar a Platón, una tarea complicada: «Siempre resucita, por más que lo intente». Los conceptos no dejan de ser una ficción, una construcción: «No existe la muerte, existen los muertos». Por eso la autora, una de las voces más radicales y respetadas de la poesía europea actual, desea regresar a su infancia: «En mis recuerdos infantiles el color era importante. Mi madre tenía libros con papel pintado para empapelar y yo me quedaba viendo esos papeles. Estaba metida en el color, por ejemplo rojo, sin saber que se llamaba rojo ni que era un color. Sólo lo contemplaba, era un universo». Ya aprendido el mundo y el lenguaje, aquel primer impacto desaparece.
La poeta Chantal Maillard recita una de sus poesías.
La poeta Chantal Maillard recita una de sus poesías. Ñito Salas
Ocurre también con el accidente que abre 'Matar a Platón': los testigos pasan de largo. Maillard pone el foco en ellos sin juzgarlos: «Nos curamos en salud apartándonos, haciendo nuestra vida. Esa indiferencia es una forma de supervivencia». Porque la compasión es otro de los temas centrales de su obra. «Y es sencillo empatizar con un hombre aplastado por un camión», introdujo Gómez, codirector del Aula, «pero resulta más complicado empatizar con una mujer que asesina a sus hijos». Hacía referencia a 'Medea', uno de los últimos libros de la poeta malagueña, una revisión del mito que supone todo un desafío para los lectores: «¿Cómo comprenderéis al que comete el crimen / si no os sentís capaz de cometerlo?».
Para Maillard la poesía «no necesita grandes palabras ni apelar a emociones fáciles». La retórica no tiene cabida: «La poesía sensiblera es mala poesía, si es que lo es». Su concepción de la escritura, «un método de observación de la propia mente», es distinta a la de muchos otros autores: «El poema es como un caracol: muy humilde, muy pequeño, pero con una configuración que nos puede enseñar muchas cosas». ¿Pero cómo salvarnos del sentimentalismo? «No añadiendo sufrimiento al dolor. El sentimentalismo es una falsificación, el remake barato de un sentimiento. Como ponerle un lazo a un animal».
Espectacularización
Maillard también habló sobre la espectacularización de la realidad: «Ahora todo lo vemos a través de nuestros dispositivos. El marco es importante, y utilizamos el mismo marco para ver una serie de ficción que para ver el telediario. Eso hace que lo saquemos de contexto, porque la pantalla impone distancia, nos defiende de lo que vemos. Y esa distancia es la misma que nos permite que sintamos placer cuando vemos una película». «Y que no nos atragantemos cuando vemos determinadas realidades en un informativo», puntualizó Gómez. «Es un asunto peliagudo porque hay una incoherencia. Es cierto que necesitamos información, ¿pero cómo recibimos esa información? El modo actual sólo nos lleva a descontemplar la realidad, a la indiferencia y lo diferido».
A la cita, en el Centro Cultural Fundación Unicaja (Palacio Episcopal), acudió público de todas las edades, incluida mucha gente joven. «Me pregunto si echas de menos la docencia», preguntó Gómez. «Mucho, me jubilaron pronto por enfermedad (cáncer) y me quitaron una parte importante de mi vida porque aprendía mucho de ellos, aprendía tratando de enseñarles algo». «¿Y eres nostálgica?». Chantal rió. «Síiii». Porque de todo hace ya al menos veinte años.
Por Víctor Rojas