XXXVI CERTAMEN DE POESÍA "BLAS INFANTE"

Arthur Rimbaud, la lección salvaje del poeta/niño

Fuente: https://www.elmundo.es/opinion/columnistas/2023/09/03/64f344d7e85eceff1b8b45af.html

Las actividades culturales en el atrio abrieron ayer el cartel | El pregón será el miércoles a cargo de la periodista de FARO Lara Graña.

El próximo mes se cumple el 150º aniversario de la publicación del único libro que el poeta francés publicó en vida, 'Una temporada en el infierno', un conjunto de versos que aún hoy es una lección de libertad, de osadía, de alucinación.

Y conserva plena vigencia en un presente 'estrecho' De entre todas las adolescencias, Arthur Rimbaud habita aquella que no se cura con el menaje de la edad.

Este poeta casi niño, de trasquilón rubio y ojo azul pálido, trae de serie la insólita precocidad del diablo y escribe entre los 14 y los 21 años una obra de intensidad descomunal con la que parte en dos las aguas de la poesía europea de finales del siglo XIX. No se propuso hacerlo, pero sucede así.

Se acerca al poema con libertad radical, con apetito extremo hasta lanzar las palabras más lejos que la vida desde esa batalla perdida que es la infancia.

Hay hombres que deciden arrojarse al foso de los cocodrilos con una anticipación de infierno, pero antes asaltan la realidad arreándole al mundo un último atentado, un mazazo con el puño. Nace en Charleville (Francia) en 1854.

Hijo de un capitán de brigada pendenciero que abandonó a la mujer y a los cinco hijos. Rimbaud espiga sorteando el farallón de una madre ultracatólica, asfixiante, dominadora.

El talento excepcional de este joven de apariencia arcangélica incuba un instinto de huida irrefrenable. Escapar del mundo estrecho de su pueblo y de su casa es la única meta.

Y lo consigue después de tres intentos de fuga a pie atajados por la policía que lo encuentra por los caminos. Así llega a París, andando, en septiembre de 1871.

Furtivo, andrajoso, flaco, en busca del maestro del simbolismo, Paul Verlaine, que después de leer los poemas que el joven Arthur le envió por correo le anima en carta a salir por patas: "Ven, querida gran alma. Te esperamos, te queremos".

En el salón burgués de Verlaine comienza a ensayar su terrorismo escatológico para reventar cualquier orden social.

Escupe en la sopa. Aúlla en mitad de la noche. Disfruta del rechazo y las cóleras que desata en las tertulias. No esconde su relación homosexual con su anfitrión.

Busca pelea. Rimbaud escribe de cualquier manera, pero con el asombro de su parte. Maneja la poesía como una experiencia absoluta.

Como un desafío. Como un espejo en llamas. Sobrepasa la simple literatura. Es un acelerador de partículas también para quienes vivimos en el tiempo de hoy.

Porque Rimbaud, el poeta, es en sí mismo una estética, una moral, una excelencia que postula un nuevo orden de las cosas. Quizá desgarrado.

En vida sólo publica un libro de poemas: Una temporada en el infierno. Y ahí vamos. Ese libro aparece en octubre de 1873.

Hace 150 años. Lo confecciona un impresor en Bruselas. Rimbaud sólo recoge ocho ejemplares de los 500 de la edición.

Los demás quedan almacenados en la imprenta, al olvido. Es su despedida de la poesía, porque escribir también es suplantarse: "Yo es otro".

Su enseñanza es la de aprender a rondar las cosas del otro lado. Ese libro, Una temporada en el infierno, aloja algo insólito: condena a la sociedad moderna mientras lastima la poesía culminándola y negándola.

También es una afrenta contra los mealiras de aquel tiempo, de todos los tiempos. No sabemos demasiado de Rimbaud después del tajo vital a los 20 años. Cambia Europa por África.

Comercia con café, con esclavos, con armas. Qué más da eso ahora. Su golpe de estado es contra sí mismo.

Pero su lección es para nosotros: escribir es no aceptar lo irremediable, buscar sin equilibrio. Ahora que tantas cosas están bajo sospecha, Rimbaud importa.

Por eso aquel libro es un milagro. Explica que todo se puede decir, que nada es sagrado. Rimbaud tampoco quiere ser un poeta (condena cualquier ligereza romántica), sino una recompensa: la de vivir plenamente sin calcular las consecuencias.

A veces uno piensa en por qué no se mató, pero sí lo hizo con paradójico optimismo al despedazarlo todo para recomenzar. Así descubre que la vida se devora a sí misma en igual medida que se reproduce.

El fenómeno promovido por Rimbaud no es nuevo, pero sí es el más alucinante (junto a Lautréamont, otro joven pálido que dejó de existir mientras vivía)

. Con un puñado de poemas habló de mucho más de lo de lo que parecía hablar. Esto lo consiguen apenas unos pocos.

Pero en él ocurre algo nunca antes visto, el reto de burlar las normas y la solemnidad de cualquier época con unos cuantos versos que son artefactos desvinculados de tanta servidumbre.

Murió en Marsella el 10 de noviembre de 1891. Tenía 37 años. El más extraordinario de los poetas.

El más salvaje de los niños. Ciento cincuenta años atrás escribió Una temporada en el infierno con inspiración súbita y en el empeño de borrar definitivamente toda huella literaria que dejara a su paso. También en esto fracasó.

Por ANTONIO LUCAS