Todas las sinuosas calles del centro histórico de Charleville conducen al río Mosa. En la ciudad, actualmente, aún se pueden seguir las huellas de su hijo más famoso: Arthur Rimbaud.
Todas las sinuosas calles del centro histórico de Charleville conducen al río Mosa. Este río que tantas veces hizo cantos rodados con los cuerpos acribillados. En el año 1870 el conflicto franco- prusiano se saldó con la detención de Napoleón III y su ejército de cien mil soldados. Rimbaud, que había nacido en 1854, tenía entonces dieciséis años. Sedán está aquí al lado y vivió ese conflicto. Había escrito ya sus primeros versos algunos de los cuales fueron acogidos en periódicos y revistas. Arthur se evadió de este conflicto bélico y se fue a París. Mézières, la ciudad ahora unida a Charleville, fue destruida.
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En realidad, Rimbaud nació en un campo de batalla, en una frontera permanentemente disputada, en un territorio sangriento. Y después de Sedán, la Primera Guerra Mundial, también en la muy cercana Verdún ; y la Segunda, en la que los muertos se multiplicaron en los bosques de las Ardenas, también por aquí mismo. Bélgica está a tiro de piedra. «¡Alemania, Alemania, sobre todo…!», así comienza el himno de Alemania y continúa, «Desde el Mosa hasta el Niemen/Desde el Adigio hasta el Belt…». La música es de Haydn..
No hace mucho se le quiso arrebatar a Charleville uno de sus focos de atracción: la tumba del poeta
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Sí, todas las calles antiguas de Charleville conducen al Mosa. El río que en este domingo soleado de primavera, muy raro ver el sol en esta ciudad, corre tranquilo haciendo zigzag. El eje principal de la capital de las Ardenas va desde la estatua de su fundador, el duque Charles de Gonzague, hasta el mismo río no sin antes atravesar la impresionante Plaza Ducal y acabar en el molino majestuoso. La Plaza Ducal fue construida entre los años 1612 y 1628. Es una copia o versión de la parisina Plaza de Vosges. Aquella aristocrática, ésta aún rural y feriante. El arquitecto fue el mismo Clément Métezeau. Paseo entre los puestos de una gran feria de productos del campo. El olor de los quesos fuertes se percibe de inmediato.
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El champagne corre porque estamos en la región vecina de la Champaña-Ardenas cuya capital es Reims. El viejo tiovivo sigue dando vueltas sin parar y da envidia no poder subir a él porque nuestros años lo hundirían. Un concurso de cantos de la región nos hace detenernos para contemplar los coloridos trajes locales. La plaza que durante algunos días del verano se convierte en playa, no puede estar más animada. Bajo sus soportales crecen las terrazas y los pequeños comercios. Uno de estos pabellones corresponde al ayuntamiento. Incluso hay una papelería en el mismo lugar donde estaba la Librería Jolly, esquina de la Plaza con la calle del molino, donde Arthur compraba los libros.
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Al lado de la Plaza Ducal está el reloj monumental con los autómatas, conocido como El gran marionetista, así como el Instituto Internacional de la Marioneta. Charleville-Mézièrs es la capital mundial de los títeres. El vecino Museo de las Ardenas cuenta la historia, arqueología, antropología y etnografía de la región. Esta ciudad francesa está hermanada con la española Tolosa. Los caropolitanos y los mazéries suman unos cincuenta mil. Rimbaud era un caropolitano al que no le gustaba mucho su ciudad natal. La consideraba estrecha, oscura, pequeña, poco educada. En resumen, una ciudad de provincias muy provinciana.
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Cuando estalló el conflicto franco- prusiano escribió: «Deseo que las Ardenas sean ocupadas y oprimidas». Hoy la ciudad está en franca decadencia, algo que para un visitante melancólico como yo, es de un mayor atractivo. Casas abandonadas, comercios clausurados. Incluso aquellos que ostentan el apellido Rimbaud que se ha convertido en una especie de Santo Patrón. Me dicen que a lo largo del año peregrinan aquí unas treinta mil personas bajo su reclamo. ¿La poesía como riqueza turística? ¿Quién se lo iba a decir?
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Pocos meses después volvió a estos mismos andenes para ir a París y escaparse con su mentor a Londres
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No hace mucho se le quiso arrebatar a Charleville uno de sus focos de atracción: la tumba del poeta. Un grupo de miembros de los grupos LGTBI querían que Verlaine y Rimbaud yacieran juntos, como un matrimonio que nunca fue, en el Panteón de París. Sacar nada menos que el cuerpo, quien sabe si incorrupto, del Cementerio de Boutet. Hubo un levantamiento popular en contra y, además, los descendientes se negaron.
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Isabel, su hermana menor, trajo el cuerpo de su hermano desde Marsella en tren. Al entierro, madre e hija, prohibieron que acudieran los vecinos pero, sobre todo, los amigos, compañeros del colegio y profesores. Para ellas eran los verdaderos culpables de las perversiones del finado. La primera de todas, el haber sido poeta. Rimbaud, aunque en solitario, tuvo un gran entierro con caballos enjaezados. Ni muerto dejó de escandalizar a Charleville. Arthur no quería ser enterrado en Francia ni en su pueblo natal, sino en Adén, en el Yemen, frente al mar. Descansa en el panteón familiar. Yacer en el Panteón contravenía su espíritu rebelde. El presidente Macron finalmente tomó la decisión más sensata, dejarlo todo como estaba. Dejar en paz a los muertos.
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El cementerio se alza levemente sobre la ciudad y, desde la tumba, aún se puede divisar sus contornos. En la lápida de mármol vertical pone el nombre del poeta, su edad (treinta y siete años), la fecha de fallecimiento (10 de noviembre de 1891), y se pide rezar por él. En la tapa de mármol horizontal, aparecen los nombres de otros familiares. Leo en voz alta unos versos suyos porque también la poesía es una forma oración. Llegan tantas cartas al cementerio de Boutet que Correos colocó un buzón.
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Pero regresemos al principio, a la Plaza donde Charles de Gonzague, en pie, comunica la fundación de la ciudad en el año 1608. Parece un mosquetero con su bastón de mando y su espada colgando. Está en medio de una gran fuente monumental. Bajando por esta calle hacia el Mosa hay una casa de piedra con ventanales. Está adosada a otras muy semejantes. En el número 12 de la Rue Pierre Beregovoy, que fue primer ministro de Francia (1925-1933), antes Rue Napoleon y Rue Thiers, nació Jean Nicolas Arthur Rimbaud. La placa muy diminuta que cuelga de la fachada añade, «Poéte et explorateur/ Est né dans cette maison/Le 20 octobre 1854». El bajo comercial ahora es una óptica, 'Optical Free'. La casa tiene dos pisos y buhardillas. Parece habitada. Lo de 'explorateur' es muy acertado. Lo de poeta es ya redundante, pues todo poeta es un explorador. Arthur lo transgredió todo, lo adelantó, fue premonitorio y oracular. Llegó al mundo y ya venía pesimista, «Logré que en mi espíritu se desvaneciera toda esperanza».
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Rechazó su pasado el hijo de Frédéric, capitán de infantería que dejó a su esposa con cinco hijos. ¿Desaparición?. Vitalie reclamó la viudedad. Su marido, aparte de militar en las colonias, había escrito una gramática árabe y traducido El Corán. Frédéric y Vitalie se conocieron en la Plaza de la Estación escuchando la música que tocaba la banda militar acuartelada. Lo hacían desde el quiosquo. Ahora en esta Plaza que no ha sido muy modificada, hay un busto del poeta. No es el mismo que se inauguró en el año 1901, pues en la Primera Guerra Mundial fue destruido, y en la Segunda al reemplazante le sucedió lo mismo.
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«Místico en estado salvaje»
A ese primer homenaje acudió su hermano mayor, Frédéric, Arthur era el segundo hijo. Ambos aparecen juntos en esa foto de la primera comunión, en el año 1865. La madre no quiso asistir porque evitaba este lugar que le traía tantos recuerdos y amarguras. La Plaza, el kiosko, la Estación del ferrocarril, lugares de encuentros, pero sobre todo de pérdidas. La Estación de trenes de Charleville fue la primera gran puerta para la Libertad. Para las huidas y regresos de este «místico en estado salvaje» como lo calificó Claudel.
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La Estación de trenes, el pequeño embarcadero del Mosa, las carreteras embarradas, eran los lugares de la Libertad. En el año 1871, Verlaine que había acogido al muchacho en su casa matrimonial, le pagó el viaje de vuelta a Charleville. Esta Estación tan palaciega acogió esas idas y venidas del muchacho descarriado. Pocos meses después volvió a estos mismos andenes para ir a París y escaparse con su mentor a Londres. Normalmente en Bruselas, Rimbaud más joven y violento, debería haberle disparado a Verlaine, pero fue al contrario. De nuevo otro regreso a la Estación de Charleville. 'Una temporada en el infierno' , surgió de estas experiencias. La Estación, ahora de Charleville-Mézières, en este noroeste de Francia, fue inaugurada en el año 1858. Rimbaud tenía cuatro años. El poeta creció con ella.
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Del apartamento donde nació Arthur, la viuda se trasladó con sus hijos a la calle Bourbon, un barrio obrero. Su madre era muy estricta y de trato muy difícil pero, en su descargo, imaginemos la vida que llevó: sin marido, con cinco hijos (una hija muerta de niña y otra en la pubertad), y con graves problemas económicos. Y por si todo esto no fuera poco, su segundo hijo en perpetuo escándalo. En el Colegio de Charleville, Rimbaud ya destacaba. El director del centro lo calificó de genio del bien y del mal. Por estas calles, en esta mañana de domingo primaveral, se paseó Arthur con pancartas insultando a Dios.
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En el Cours d´Orleans, hoy Avenida Rimbaud, frente al viejo molino, la familia habitó en el número 13. La avenida de castaños une a Charleville con Mézières. Una casa de tres pisos. Ocuparon el primero desde el año 1869 hasta el 1875. En ese lugar el poeta pasó de los quince a los veintiún años. El período de gran creación antes del abandono total. Ahora todo el inmueble es un museo y un centro cultural que también dispone de habitaciones para acoger a artistas y escritores. Nada hay original porque nada se salvó. Acaso fragmentos de los papeles pintados en las paredes. El verdadero museo es el que está enfrente en el molino. Aquí frente al río escribió parte del poema 'El barco ebrio' que se lo mandó a Verlaine: «Según iba bajando por ríos impasibles/Me sentí abandonado por los hombres de sirga…».
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El Museo Rimbaud está en este bellísimo edificio barroco del siglo XVII. Como espacio museístico es un poco complicado debido a su estrechez y circularidad. Hay algunos manuscritos, fotografías (cinco originales y dos autorretratos), dibujos y caricaturas de Ernest Delahaye, los Premios que le otorgaron en el Colegio (el Instituto privado Rossat en la Place du Sépulcre), mapas de la ciudad de Viena y del África Oriental, un atlas familiar, telas de Abisinia, el sello de cera que empleó en África, copias de pintores famosos, y un espacio muy importante para contar la historia con Verlaine. De hecho se exhibe una máscara mortuoria de este. También son muchas las referencias a la cantante 'punk', Patti Smith, amante de la obra rimbauniana y donante de la casa de Roche.
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Otros objetos curiosos y representativos son el retrato de la madre, la cuchara, el tenedor, la taza y el cuchillo con empuñadura de madera (aunque también podría pasar por marfil) astillada. También hay un reloj de mano para llevar en el bolsillo o al cinto y varias ampollas de diferentes colores para perfumes y medicamentos permitidos o no. Fantin-Latour colocó a Rimbaud en su famoso cuadro, en medio de los poetas consagrados. Una especie de representación del joven Cristo de la poesía en medio de los sacerdotes del templo.
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Pero en el Museo Rimbaud lo que más me llama la atención es la maleta de cuero marrón claro cerrada. Está llena de golpes y rozaduras, pero lo ha resistido todo. La empuñadura y cuatro asas la cierran. El cuero rodea la madera que es el verdadero soporte. Parece viva, parece un rostro, el propio rostro del propietario. Seguramente aún contendrá las huellas dactilares del mismo. La miro de frente y me dice: «¡Tómame! Conozco los caminos. No nos perderemos, pero todo lo bueno y lo malo va conmigo, no se puede renunciar ni a una ni a otra parte». Todos admiramos las grandes obras y las envidiamos, pero no quisiéramos hacernos cargo del esfuerzo para conseguirlas. Esfuerzo, sacrificio, dolor y mucho sufrimiento. Un cristal me impide tocarla. Un cristal impide que vuele, alada como el poeta de suelas de viento.
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Rimbaud cita varias veces a Europa. La recorrió casi toda hasta que, «Dejo Europa…Nadar, aplastar la hierba, cazar, sobre todo fumar; beber licores fuertes como metal hirviendo… Ahora estoy maldito. Tengo horror a la patria. Lo mejor, un sueño bien ebrio sobre la arena…¡Vamos! La marcha, el fardo, el desierto, el tedio y la cólera. ¿A quién me alquilaré?». En 'El barco ebrio' confiesa que añoraba la Europa de las viejas murallas. Y entonces parte a África y se desvincula de todo: de la poesía, de los poetas, de su familia, de Europa, de su patria y de Charleville. Valéry le hizo decir a su personaje de ficción, el señor Teste, algo que pudo pensar el mismo Arthur, «Me he liberado de mi ciudad, de la literatura, de mi mejor parte, de todo elogio, de las cosas que admiro, de lo verdadero y lo falso».
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Europa, África, anestesiarse del desasosiego interior y roedor. El sufrimiento como perdón de peligrosas aventuras
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Europa, África, anestesiarse del desasosiego interior y roedor. El sufrimiento como perdón de peligrosas aventuras. La muerte como penetración en lo verdaderamente desconocido. La muerte como conocimiento. Kafka remando en el Moldava, reconoció que la lucha contra uno mismo duraba toda la vida. Esa era la principal tarea.
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En Charleville, actualmente, aún se pueden seguir las huellas de su hijo más famoso. Pero hay otro lugar muy cercano, en medio del campo, donde Arthur pasó temporadas. La familia materna tenía una granja. Allí se trasladaron a vivir y la madre se hizo cargo de la administración. Roche se llama. La granja fue destruida durante la Gran Guerra. Solo queda un muro sobre el que cuelga una placa conmemorativa. Para Arthur, Roche, le provocaba una paz inquietante. El granero donde escribía también pereció. Lo que se conoce como Casa Rimbaud, la que compró y regaló Patti Smith, no tiene nada que ver con el poeta. Eso sí, el terreno sobre el cual fue levantada pertenecía a la antigua granja. Tras la Gran Guerra una aristócrata levantó este caserón que fue pasando de mano en mano. La Association Roche Rimbaud mantiene la memoria de su vecino. Caminando por estas sendas nos vamos encontrando con grandes esculturas que representan sus versos sobre las vocales y los colores. Pasamos por la estación de Voncq, la capilla de Méry y el lavadero.
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T.S.Eliot escribió que «Hay momentos en los que solo se puede elegir entre la herejía y el descreimiento». Cerca de Charleville-Mézièrs están Sedán, también atravesado por el Mosa; Verdún; las Ardenas. Paisajes maravillosos sembrados de muertos. Rimbaud se evitó todo esto. ¿Por qué para el desembarco de Normandía (se cumplen ahora los ochenta años) se eligieron unos bellísimos versos de Verlaine y no de Rimbaud?
.Por CÉSAR ANTONIO MOLINA