Fuente: protestantedigital
Estoy convencido de que el escritor evangélico debe ser un siervo antes que un artista. Pocos tan entregados a la obra como el consagrado Báez-Camargo, acaso el más reputado de la poesía evangélica mexicana con toda justicia; más que un humanista, Gonzalo fue un hombre sensible que puso todas sus capacidades al servicio de Dios y del prójimo.